5 de octubre de 2009

El mito femenino de la Resurrección de Cristo


La Resurrección de Cristo: otro mito antipatriarcal manipulado.

Curiosamente, los manuales de mitología no recogen entre sus relatos el de la Resurrección de Cristo, como si de un relato mitológico no se tratara. Nadie niega que el Prometeo sea un mito, pero ¿el relato de la resurrección? La Biblia mezcla historia con mitología, fantasía con realidad, por eso es un documento problemático.

La filología ya se ha ocupado de cuestiones similares a lo largo de la historia. Muchas tradiciones orales son una expresión de la "cultura silenciada", mayoritariamente femenina (ejemplos de ello en la cultura hispana son las jarchas, los villancicos, las cantigas de amigo, etc.). Nunca olvidemos que los relatos de la Biblia son, ante todo, literatura basada en la tradición oral. Desde la muerte de Jesús hasta la redacción de los evangelios transcurren entre 35 y 70 años aproximadamente, tiempo suficiente para que la información histórica y la fantasía se mezclen, más aún en una época donde los sueños eran entendidos a modo de revelaciones divinas, plasmándose todo ello en los textos llamados "evangelios".

Mi opinión al respecto es que la Resurrección es uno de los mitos peor explicados y más manipulados de la historia, precisamente por aquellos que dicen creer en ella y la han impuesto dogmáticamente como un hecho histórico. Han ignorado por completo el cómo se explica que resucita Jesús: como andrógino. Si profundizamos en su mensaje veremos cómo esconde algo sorprendente, unos ideales que difieren del sentido que ha tomado a través de los siglos: es, con toda seguridad, un mito creado por mujeres. ¿Con qué finalidad?

La razón científica nos impide creer en la resurrección como un hecho histórico. No ocurre lo mismo con la razón poética: la humanidad ha logrado grandes proezas gracias a la pasión que le ha infundido ciertos mitos e ideales. Tener fe en la resurrección es creer en la metáfora que ese relato nos transmite, el que gracias al amor, la vida siempre termina ganando terreno a la muerte; y el destino de lo masculino y lo femenino es renacer unidos, porque en realidad son uno. Si creemos en este ideal, hemos comprendido la "resurrección".

Si, como ejemplifica el mito, es tras la muerte que se revela la auténtica naturaleza humana, ésta es andrógina.
Los mitos cristianos (resurrección, virginidad, ascensión,...) pueden y deben comprenderse desde lo irracional, lo poético, lo analógico. Se pueden entender como un relato, pero un relato que ha transformado la historia. Con ello no ponemos en peligro el cristianismo, sino que lo liberamos de todas las interpretaciones fundamentalistas incapaces de reinterpretar la tradición a la luz del presente. Precisamente las iglesias, cuando exigen una fe ciega en la historicidad de esos mitos, están aniquilando su potencial transformador.
Mi fe en ese mito es la fe en una humanidad distinta, y remite a un grupo de mujeres reales que deseaban liberar la humanidd de toda opresión física y psicológica.

No creo en la Resurrección como un hecho histórico, sino como un mito que nos habla del renacimiento personal. Tampoco creo que tenga lugar tras la muerte física, sino que apunta a un renacimiento espiritual en vida, aquí y ahora (Jn 11, 24-26).  "Creer en la Resurrección" es dar prioridad a este mito frente a todo el resto; es creer que podemos recrearnos, renovarnos libremente, si hacemos que muera nuestro egoísmo.

"Los justos y los elegidos se habrán levantado de la tierra, dejarán de estar cabizbajos y se vestirán con prendas de gloria. (1Co 15:53) Tales serán las prendas de vida del Señor de los espíritus: vuestra ropa no envejecerá y vuestra gloria no terminará ante el Señor de los espíritus."
(I Enoch 62, 13-16)

Este fragmento del libro de Enoch, escrito entre los siglos III-I a.C., es un antecedente del mito de la resurrección. También aparece en Dn 12, 2 y en otros profetas. Pero ¿quién asoció por primera vez la figura de Jesús con el Justo que resucitaría de entre los muertos? ¿Quiénes poseían el lazo afectivo más fuerte con Jesús para experimentar que había vencido a la muerte?

Es muy probable que los apóstoles conocieran este tipo de profecías. Sin embargo, no eran el tipo de persona que desafían la lógica. Pescadores y gente sencilla, hombres por lo común escépticos, no podían llegar a conclusiones de tal profundidad profética, teológica y esotérica. Incluso al final de su vida, Jesús les reprochaba el no haber entendido nada de sus enseñanzas. Los apóstoles no eran profetas, sólo testigos directos de las enseñanzas de Jesús.

Las mujeres, en cambio, habían acompañado a Jesús a todas partes adonde iba (Lc 8, 1-3). Habían pasado más tiempo con el Maestro que los discípulos varones, a quien Jesús enviaba a curar y predicar el Reino de Dios (Mc 6, 7-13, 30-31). Esas mujeres vivieron los últimos tres años de la vida de Jesús siguiéndole libremente, lo cual demuestra la alta estima que le tenían.

Él las había liberado de la Ley y del matrimonio. Para ellas, Jesús era un hombre distinto, no era como los demás. Con razón sus enemigos le llamaban "eunuco", por resistirse a contraer matrimonio. Recordemos que su paso por el desierto, su encuentro con Satanás, le transformó de forma mística y le cambió la mirada. Jesús no temía el poder de los infiernos, fue capaz de vencer el Miedo a lo informe, a lo desconocido, a lo tradicionalmente asociado con lo femenino. Caminando sobre las aguas del lago (otro relato del imaginario femenino), Jesús demuestra su sintonía con las fuerzas de la naturaleza, a la vez que se pone en duda la fe de Pedro (Mt 14, 22-33). No teme lo húmedo, lo femenino, más bien lo ha asimilado, no hace ningún intento por dominar ni someter la naturaleza. Incluso hay momentos en que la naturaleza parece obedecerle, pero siempre lo hace de forma esotérica, inexplicable, misteriosa.

Las mujeres excluídas (adúlteras y pecadoras), el reducto "dionisíaco" de la sociedad, fueron las primeras invitadas a su proyecto de una humanidad distinta. Su dura crítica a los poderes religiosos y políticos de la época, su definición de la divinidad como donación incondicional, y su oposición a la interpretación patriarcal de la tradición le llevaron a ser condenado a muerte. La muerte de Jesús significó para muchas de ellas un hecho trágico ¡Jesús no podía morir! Fue entonces cuando ellas, sumidas en el dolor más profundo, osaron retar la lógica masculina. Soñaron, despiertas o dormidas, poco importa, y vieron a Jesús vivo en sus sueños, más no en figura humana, sino transfigurado en otro ser, el Cristo, el Ungido, ni varón ni mujer, un andrógino (Ga 3, 28).
Entonces los sueños eran considerados revelaciones divinas. Esas mujeres actuaron como oráculos en el seno del judaísmo. No olvidemos a las profetisas del cristianismo primitivo. Sus "visiones" calaron en ellas de tal modo que las transmitieron como reales a sus hij@s e incluso a los mismos apóstoles.

Es un relato lleno de misterios, y nadie sabe qué ocurrió en realidad. Pero el mito de un hombre que vence a la muerte y renace andrógino (Ga 3, 27-28) no puede proceder de una mente masculina. ¿Qué dios masculino renunciaría a su sexo para asemejarse a una mujer? Esas mujeres sabían que devolverle a la vida era lo justo. Las mujeres recibieron las riendas de la historia de la salvación de mano de Jesús. Más aún, Ellas salvaron a Jesús del olvido. Ellas eran las que profetizaban, no los apóstoles.
Casualidad o no, la muerte y resurrección de Jesús tiene lugar durante la fiesta de la Pascua judía, una fiesta vinculada al ciclo lunar, vinculada a lo femenino.

Jesús fue el único hombre libre y liberador de su tiempo; libre del determinismo biológico, libre para amar sin condiciones, el tipo de hombre que las mujeres de su tiempo esperaban, el único feminista de Israel, y por eso mismo Jesús debía seguir vivo, debía convertirse en un modelo a seguir para el resto de varones. Inconscientemente, esas mujeres tenían la esperanza de que ese mito pudiera transformar la humanidad.

El cristianismo oficial ha conservado estos mitos, pero ignorando su origen femenino. Todos los que escribieron la Biblia eran hombres, y estaban inmersos en la cultura patriarcal. Por eso el mensaje de Jesús nos llega con tantas contradicciones. Pero en su esencia, el mensaje de liberación de la mujer subyace en todo el evangelio. La Biblia, pese a ser una obra escrita por patriarcas, muestra que Jesús, al final de su vida, tuvo más confianza en las mujeres que en los varones.

Ellas no podían escribir, predicar, liderar, pero sí podían imaginar los relatos que calarían en las almas de sus hijos. La Resurrección, la Virginidad de María, la Anunciación,... muchos de los relatos que retan la lógica, son una reacción femenina al racionalismo, y contienen la semilla de la Salvación: Jesús es el hombre que devuelve la autoridad a la Mujer.

Patriarcas, teólogos, Padres de la Iglesia,... todos ellos han intentado explicarlo desde un punto de vista apolíneo, dualista y androcéntrico. Se han construido discursos apologéticos de todo tipo intentando explicar la resurrección de Cristo a los infieles. Pero nunca hasta hoy podíamos hacer frente a una interpretación semejante: las mujeres "resucitaron" a Cristo.
Para los varones, "resucitar" posiblemente significa descubrir en nuestro interior aquella parte más primaria de nosotros mismos: nuestro vínculo con la madre, nuestro origen femenino, pues hubo un tiempo en la vida de todos en que una mujer nos arropó en su interior. Así, estaremos un poco más cerca de la libertad que no busca diferenciarse, sino unirse, entregarse, por amor, dejar de ser uno mismo para ser alguien nuevo, superando las diferencias, incluídas las de género.

Eso es la Resurrección. La resurrección no tiene lugar después de la muerte, sino durante la vida, (Jn 11, 24-26) y aquel que ha resucitado en vida ya no actúa según prejuicios o condicionamientos de género, ni busca el matrimonio, sinó que vive "como los ángeles" (Mc 12, 18-27).

Yo, al igual que esas mujeres a las que la historia silenció y sigue silenciando, también creo en esa Resurrección. Ojalá más varones resucitemos cada día, tal como deseaban las amigas de Jesús: ojalá que muera nuestro yo patriarcal, y renazcamos como personas libres para amar de verdad y liberarlas/nos de la violencia.

La peor actitud que podemos tomar hacia este mito es imponerlo como un hecho histórico, algo que debamos creer a ciegas, pues queda totalmente desvirtuado todo su mensaje liberador, desviando la atención de lo central hacia lo circunstancial.
Igualmente, y en sentido opuesto, desechar y despreciar este mito como otra "mentira de la Iglesia" es faltar al respeto a todas esas mujeres que deseaban la liberación del género humano y siguen esperando un cambio radical a escala global.

Precisamente, en el núcleo del mito de la Resurrección, se esconde la certeza de que varón y mujer pueden superar sus diferencias para dar a luz una nueva humanidad. Quien confía en la verdad simbólica de los valores de este mito, renace lleno de esperanza, de alegría y de fortaleza. Nunca olvidemos que aquel grupo de mujeres y hombres que creyeron en la alternativa que les ofrecía Jesús también formulaba, a su manera, las mismas exigencias de libertad que hoy siguen estando totalmente vigentes.