25 de octubre de 2009

La perpetuación de la violencia y la sedación colectiva

Mirad al niño de la foto, malditos patriarcas. ¿Satisfechos? Ésta es vuestra obra, lo único que sois capaces de perpetuar, el odio. Sois especialistas en ello, nadie mejor que vosotros construye imperios y multinacionales, vuestra codicia no tiene fín. Reniego de todos vosotros.
No reiré de vuestros estúpidos chistes machistas. No callaré ante vuestros juicios contra la mujer. Ojalá vuestras madres os hubieran abortado. Asesinos y maltratadores, junto con sus encubridores y simpatizantes, acuden a su 'deportiva' fiesta dominical alienadora, o bien recurren a la sedación narcótica, riéndose desencajados de su propia barbarie, anulando su conciencia cada vez que ésta les acusa o les hace sentir culpables por el sacrilegio cometido hacia la mujer.

Algunos de ellos ya han perdido el sentido de la culpabilidad, entregados a su egoísmo nihilista, intensificando con su decadente ridiculez su aversión a la vida y el miedo a su propia muerte, incapaces de comprender el sinsentido que ellos perpetúan en sus propios hijos.
A esos, mientras no contemplen el arrepentimiento o la conversión radical, o porqué no, el suicidio, mientras no miren su propia muerte cara a cara, mientras no se nieguen a sí mismos, a su ego, más les valdría dejar de existir, ya mismo, para no seguir acumulando crímenes contra la humanidad, y para evitarles un mayor sufrimiento.

Mi generación ya no ha conocido el deporte deportivo, el que sólo se ve ya en blanco y negro. Con hipocresía siguen nuestros gobiernos favoreciendo el antideporte con todo tipo de promoción y publicidad. Los noticiarios ocupan la mayor parte del tiempo haciendo del fútbol una ciencia. La población masculina necesita desahogarse en las gradas, eso dicen ellos... pues yo nunca lo he necesitado, pero para ellos ya no soy "un hombre".
El mayor escándalo está en el legitimado sector económico que sustenta todo este espectáculo alienante. Ya no cabe hablar de la religión como el único opio del pueblo. Ahora el espectáculo mediático, junto con las sustancias más ilegales (prohibidas para intensificar su deseo), son la mejor forma de acallar la conciencia del pueblo. El héroe contemporáneo, el futbolista, es el que gana mucho dinero y puede ir con prostitutas de lujo mientras su novia ya se contenta con una tarjeta de crédito dorada.

Esta democracia sigue sin aportar nada, pues es un sistema creado por hombres y para hombres. No nos engañemos, a la mujer se le dan las migajas. En la era de internet, de la comunicación, seguimos teniendo que ir a colocar un papelito en una urna cada cuatro años. ¿Es eso participación política? Es una chapuza, un engaño. ¿Hay que esperar cuatro años para tener que votar a cuatro mentirosos que viven del cuento? ¿Acaso la corrupción no tendrá fin?
Es la estructura patriarcal subyacente la que debe extinguirse. Ninguna dictadura puede salvarnos, sería salir del fuego para caer en las brasas. Pero la actual democracia está en un callejón sin salida, vendida a los poderes económicos, de naturaleza patriarcal. Pues detrás de la mentira de las elecciones, están los que se apropian de la soberanía del pueblo para sus propios fines, los partidos políticos.

Es hora de devolver la soberanía a las Madres. El socialismo sólo saldrá de su crisis cuando sea valiente y admita la superioridad de la mujer sin tapujos, a costa de arriesgar la vida en el intento. Reconocer la primacía de la mujer es ya UNA NECESIDAD. Los hombres podemos hacer uso de la fuerza, pero no sabemos gestionarla. Tampoco sabemos amar la vida como la ama la mujer. La superior sabiduría de la mujer no debe seguir siendo negada ni ocultada. Los varones lo sabemos, es un secreto a voces: la masculinidad está moribunda. Por ello la mujer debe ser rescatada de la prisión en la que fue encerrada, para que nos devuelva a la vida, para que nos devuelva la dignidad. Sólo ella puede salvarnos, pero negándonos a nosotros mismos. ¿Para qué? ¡Por el bien de nuestros hijos, de nuestro planeta y nuestra salvación!

Bueno, mejor me callo y me tomo una tila...