Para repensar la historia cristiana de forma que haga honor a su profunda corriente matriarcal es necesario, entre otras cosas, superar la tradicional lealtad a la violencia como redentora. Tanto Elizabeth Schüssler Fiorenza como Rosemary Radford Ruether han escrito extensamente sobre el tema, pero para mí una obra sobresaliente en este asunto tan controvertido es la de Rita Nakashima Brock y Rebecca Ann Parker, Saving Paradise (2007).
Basándose en una extensa investigación sobre la iconografía y la arquitectura del mundo mediterráneo, subrayan el hecho de que la violenta caracterización de Jesús en la Cruz (el clásico crucifijo) es el producto de la teoría de la Expiación (desarrollada a partir del 1.050 d.C.) y más específicamente de las Cruzadas, iniciadas el año 1.098.
Antes de esa época, la imagen más representada era la de un Jesús ya resucitado sobre la cruz. Lo que es más importante, la espiritualidad cristiana del primer milenio no buscaba el paraíso en el más allá soportando el sufrimiento como redentor, sinó que más bien entendía el sufrimiento como nuestra contribución a hacer presente el paraíso en la tierra. Los primeros en comprenderlo fueron los mártires de las catacumbas romanas, donde no había cruces ni imágenes de un Dios en el juicio final.
Para mi, Saving Paradise es uno de los libros más importantes que he leído en los últimos 20 años. Sus intuiciones y descubrimientos serán de gran influencia para el futuro de la fe cristiana.
Diarmuid O'Murchú.