"No soy ningún hombre viviente. Lo que tus ojos ven es una mujer". Así le responde la valiente guerrera Éowin al Rey Brujo, el mayor de los Espectros, cuando éste le advierte de que ningún hombre mortal puede detenerle.
Cerca de ella, Merry, un hobbit, raza de gente pequeña y pacífica "...sintió piedad, y asombro; y de improviso, el coraje de los de su raza, lento en encenderse, volvió a mostrarse en él. Apretó los puños. Tan hermosa, tan desesperada, Éowyn no podía morir. En todo caso, no iba a morir a solas, sin ayuda.(...) Tampoco ahora se inmutó Éowyn: doncella de Rohan, descendiente de reyes, flexible como un junco pero templada como el acero, hermosa pero terrible. Descargó un golpe rápido, hábil y mortal." (J.R.R.Tolkien, El Señor de los Anillos)
Ella es la única capaz de vencer, junto al pequeño Merry, al señor del terror, el rey oscuro. Tolkien pone en manos de una mujer y unos pequeños hombrecillos de paz el destino de la Tierra Media. Somos muchos los que ya de jóvenes nos inspiramos en las aventuras de "El Señor de los Anillos".
Aquí reside la fuerza de esta obra, pues este tipo de mitos elevan el espíritu de los que buscamos un mundo más justo. Tolkien reconoció la fuerza de los mitos, y creó uno nuevo capaz de inspirar a las recientes generaciones.
El fragmento de la película donde Éowyn vence al Rey Brujo es, para mí, el momento cumbre de toda la trilogía.
Otro momento en que una mujer, la princesa elfa Arwen, vence a los nueve espectros con la ayuda de las fuerzas de la naturaleza.