Hacía mucho tiempo que no leía un libro de casi doscientas páginas de un tirón, en un solo día.
Ricardo Coler, en El reino de las mujeres, nos abre los ojos a un mundo totalmente distinto. Más aún, demuestra que la sociedad matriarcal no es un ideal mítico o utópico, sinó una realidad que ha sobrevivido a través de los siglos gracias al aislamiento geográfico, en el sur de China. ¡Veinticinco mil personas viven según estos valores!
En relación con el cristianismo, esta etnia budista sincretista (han incorporado a su deidad femenina en sus cultos), que no ha conocido a Jesús ni el evangelio, pero que por razones históricas ha priorizado la ética del amor y el servicio, para mí tiene mucho más de "cristiana" que la mismas iglesias. Ese pueblo no necesita ser evangelizado, ni convertido a nada, al contrario, es un modelo de convivencia y tolerancia para toda la humanidad, que debe ser protegido, respetado y escuchado.
Los Mosuo están infinitamente mucho más cerca del "Reino de Dios" que muchos teólogos, jerarcas y padres de la Iglesia.
De hecho, ha sido el conocimiento de esta sociedad la que me animó a empezar este blog. Es una fuente de ilusión para los que intuíamos que esta sociedad patriarcal ya ha llegado al colapso y otro modelo es posible. Frente a todas aquellas voces, académicas o no, que desacreditan el matriarcado por tacharlo de bárbaro, pagano, involucionista o injusto, o por argumentar que nunca ha existido, aquí tenemos la prueba que refuta tales descalificaciones infundadas. Los Mosuo son un pueblo pacífico y satisfecho con su especificidad. Nuestra sociedad patriarcal les parece ridícula (y no sin fundamento). Los varones no tienen ninguna queja, al contrario, defienden sus tradiciones matriarcales, y eso es lo más extraordinario de esta cultura.
Los Mosuo son un pueblo matriarcal (la autoridad de la madre prima sobre la del padre), matrilineal (la dinastía familiar sigue la línea materna) y matrilocal (la familia se localiza donde vive la madre).
Resumo aquí algunas de sus características:
- Es una sociedad no violenta. La violencia es avergonzante. La rudeza y las discusiones son motivo suficiente para que el "alcalde", un hombre elegido anualmente por las matriarcas para ejercer de mediador entre las familias, les advierta de su error y la riña se resuelva.
- Acumular riquezas es secundario. Es más importante el bien de la familia, la solidaridad comunitaria. Los hombres entregan sus ganancias a la matriarca para que los administre (¡todos los hombres allí carecen de propiedad privada, y son felices!).
- Las mujeres deciden si abren la puerta y a quién la abren por la noche, el único momento de encuentro con sus amados.
- Las relaciones afectivas pueden ser exclusivas y durar largo tiempo, o bien esporádicas y breves, siempre a decisión de la mujer, quien marca el tempo de las relaciones. Algunas de éstas pueden durar años y estar basadas en la fidelidad mutua. Cuando la atracción desaparece, la separación no causa estragos. Prima más la tolerancia que los celos.
- Las mujeres Mosuo no albergan esperanza de que ningún hombre sea su media naranja, y por ello mismo evitan decepciones derivadas de la separación afectiva.
- No existen ni el matrimonio ni la figura del padre. Sin embargo, los hombres (tíos, abuelos) colaboran en la educación infantil.
- "Estar en manos de las mujeres es estar en mejores manos", he aquí una afirmación de un hombre Mosuo. ¡Palabras sabias de un hombre humilde!
- Nadie es retenido en esa comunidad. Las jóvenes que estudian en Pekín mantienen los valores locales. Los jóvenes no se sienten tentados por la cultura patriarcal, al contrario. Defienden la matriarcal como suya, como la mejor posible.
Esto es sólo un aperitivo de las costumbres de los Mosuo. Os animo encarecidamente a leer el libro:
RICARDO COLER, El Reino de las Mujeres. El último matriarcado, Ed.Temas de Hoy (Grupo Planeta), 2007.
Para más información, aquí enlazo con un artículo de la revista Fusión.
En otro post, he recopilado algunos vídeos en inglés sobre la etnia Mosuo.