Tengo mis dudas sobre si Jesús realmente instituyó el grupo de los Doce apóstoles, pues para mí entra en contradicción con su mensaje global. Podría ser que ellos se instituyeran a sí mismos como sus sucesores 'oficiales' y exclusivos tras la muerte de Jesús, dejando fuera del grupo a María Magdalena y al resto de mujeres, y con los años se formara una falsa leyenda alrededor de los Doce, plasmada en los documentos neotestamentarios. Quién sabe, yo al menos no tengo pruebas de ello...
Y si realmente Jesús los eligió, ¿fue un error elegir a doce hombres como sus sucesores? Solamente en la medida en que se ha usado ese acto simbólico para perpetuar a una élite en los órganos de poder de la Iglesia y excluir al resto. Visto lo visto, sí, Jesús se equivocó, era humano. Fue muy ingenuo al esperar de doce hombres que, por su propia cuenta, incluyeran al resto de mujeres entre sus filas.
De hecho, la única misión que Jesús dió a los apóstoles fue: bautizar, sanar gratis, perdonar los pecados y dar a conocer el Reino de Dios (un mundo justo y pacífico basado en el amor). Desviándose de estos preceptos, los apóstoles varones crearon una institución llamada Iglesia (la cual Jesús nunca fundó), unos sacramentos, una Tradición, un Magisterio, una Jerarquía, unos textos canónicos, etc. que poco tienen que ver con las enseñanzas de Jesús. El máximo error de esos apóstoles ha sido absolutizar su interpretación patriarcal de las enseñanzas de Cristo, situándose en una arrogante posición de superioridad respecto a Él mismo.
Jesús no sabía que las futuras generaciones de sus seguidores varones se escudarían en tan sexista decisión para negarles a las mujeres con vocación y aptitudes el cargo de "representantes" de Cristo. No lo haría con intención de apartarlas eternamente de cargos apostólicos, pues el claro paralelismo con los doce hijos de Jacob tenía un fuerte simbolismo: la creación de una nueva alianza que superase a la anterior.
Además, teniendo en cuenta el contexto social de su época, elegir una mujer habriá sido seguramente condenarla a una muerte segura. Ningún hombre de la época permitía que una mujer le dijera qué debía hacer. Las mujeres eran apartadas de todo protagonismo social y capacidad de liderazgo.
En conclusión: Jesús prefirió que las mujeres le acompañasen de cerca, mientras enviaba a los hombres a predicar (Lc 8, 1-3). No era el momento, la sociedad no estaba capacitada para dejarse guiar por una mujer. El tribunal de los derechos humanos no existía hace dos mil años. Ahora sí.
Sin embargo, justo antes de morir, reconoce que sus discípulos varones no han comprendido nada, y Jesús corrige su error.
Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mc 15,34)
Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: he ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa. (Jn 19,27)
La Tradición pasa por alto que Jesús se dió cuenta de su 'error', y corrigió su decisión en el último momento. Ésta es una verdad valiosa para la teología feminista y en la que cabe profundizar para desmantelar la jerarquía patriarcal instaurada por los apóstoles, obsesionados por las disputas internas por el poder.
Ya en la cruz, en el último momento de su vida, Jesús se da cuenta de quiénes se han mantenido fieles a sus ideales al contemplar un panorama curioso: ha sido negado tres veces por Pedro, ignorado por su Padre en los Cielos, traicionado y abandonado por sus apóstoles cobardes (Jn 6, 59-66; Jn 13, 38). Le dan la espalda todos excepto el joven Juan, su madre María, María Magdalena y las mujeres más cercanas a él. Es entonces cuando pronuncia estas palabras: "Hijo, ahí tienes a tu Madre; Madre, ahí tienes a tu hijo".
A Juan, su único y joven discípulo varón presente en el momento de su muerte, Jesús le encomienda a su madre. No nombra para nada a Dios Padre, ni al padre biológico, ni al resto de apóstoles. El Dios Padre por quien dió la vida en la cruz parece haberle defraudado. Su madre no, sigue allí, a su lado, valiente, llena de coraje, silenciosa pero cuya presencia dice mucho. El mayor bien que Jesús puede darle al joven Juan no es una nueva religión, no es una figura paterna, es una Madre.
Jesús apunta a una mujer, su Madre, como aquella en quien confiar. Jesús sabe que aquellas que nunca le han abandonado, aquellas que le han comprendido, son las mujeres.
Al fin y al cabo, la relación más auténtica, más fuerte, la más duradera, es la de madre-hijo. Y ésas son las últimas palabras de Jesús en la cruz, como queriendo resumir toda su enseñanza. La consanguinidad, aquella herencia tan valorada por los padres, queda superada por la filiación espiritual cuando Juan pasa a ser el hijo de María. La roca, la base, la piedra angular que sustenta emocionalmente a Jesús en su momento más difícil es su madre.
Para el joven Juan, el único discípulo varón fiel a Cristo, la autoridad más directa es la de María, por decisión del mismo Jesús. Lo primero que hace Juan es darle su propio hogar, en acto de donación y de servicio.
Ésta escena concreta junto a la cruz es un punto de inflexión en la historia de la Salvación, un instante en el que se entrega la autoridad a la Madre, momento en que la única comunidad fiel a Jesús es totalmente MATRIARCAL.
Ése es el instante al que debemos volver para recuperar la verdad subvertida del cristianismo, es el inicio de una historia de la Salvación nueva, trascendente. Momento en que la mujer es dignificada, y recibe la autoridad que, según la antigua Ley, se había reservado por entero al padre.
Lo que queda de la comunidad de Jesús son ese grupo de mujeres y el joven apóstol Juan bajo el cuidado de María. Un núcleo puramente femenino, matriarcal y auténtico. Y precisamente ése es el núcleo al que primero se revela el Jesús resucitado. Las mujeres fueron las verdaderas elegidas. Ni sacerdocio, ni dogmas, ni ritualismos, ni sacramentos, sólo ese grupo, con todo un camino por delante, había sido testigo de la muerte de Jesús y tenía en sus manos la responsabilidad de vivir una vida nueva. Una mujer merecía ocupar el lugar que Judas Iscariote dejó vacante, no por que yo lo diga, sino por decencia moral del resto de 'apóstoles', por simple sentido común.
La Resurrección es un mito "vivido" por María Magdalena y el resto de mujeres. Tal era la cercanía de Jesús con ellas que fueron la mismas mujeres quienes experimentaron (ya en sueños, ya en forma de sentimiento místico, etc...) que Jesús debía seguir vivo de alguna forma. Ello es prueba definitiva de que Jesús tenía una relación mucho más cercana con las mujeres que con los doce apóstoles, quienes posiblemente se autoinstituyeron a sí mismos en un grupo definido y cerrado, y no creyeron a las mujeres que les anunciaban la resurrección de Jesús..
El resto de discípulos varones estaban bastante desautorizados. Poco más tarde, con tal de mantenerse en el poder, reprimiendo la participación de las mujeres en las posteriores comunidades cristianas, idearon algo llamado Iglesia, Magisterio, Biblia, Tradición, Inquisición, Matrimonio, Sacramentos, Jerarquía, Roma, etc... subvertiendo y manipulando indecentemente el mensaje original de Jesús de Nazaret.
Por otro lado, la fuerza de esos mitos cristianos que retan la lógica occidental masculina, principalmente la Resurrección y la Virginidad de María, en mi opinión mitos que remiten al uróboros y a la primacía de lo femenino, respectivamente, deben ser rescatados de las interpretaciones patriarcales que han desvirtuado su poder transformador. Son mitos que nos unen a la tierra y son capaces de impulsar el nacimiento de una nueva humanidad. Estos mitos se oponen al frío reduccionismo patriarcal, y nos abren al apasionado poder creativo de la mujer.
Cómo la autoridad de María está presente en toda la actividad de Jesús.