Traduzco aquí el artículo de Sinead O'Connor publicado en el Washington Post (28-3-2010), en respuesta a los abusos sexuales de sacerdotes y la respuesta laxa e insuficiente de las autoridades eclesiásticas. Otra voz femenina y católica con más autoridad moral que el clero, en mi opinión.
No olvidemos que ella experimentó en propia carne la terrible represión de los Asilos de Magdalenas irlandeses.
Cuando yo era niña, Irlanda era una teocracia católica. Si un obispo venía andando por la calle, la gente se apartaría para dejarle pasar. Si un obispo asistía a un evento deportivo nacional, el equipo se arrodillaría para besarle el anillo. Si alguien cometía un error, en vez de decir "Nadie es perfecto", decíamos "Incluso puede pasarle a un obispo".
La expresión aquí se cumple tal como pensábamos. Este mes, el papa Benedicto XVI escribió una carta pastoral de disculpa -o algo parecido- acerca de décadas de abuso sexual de menores por sacerdotes en quienes se suponía que esos niños debían confiar. Para mucha gente en mi tierra natal, la carta del Papa es un insulto, no sólo a nuestra inteligencia, sino a nuestra fe y a nuestro pueblo. Para entenderlo, uno debe darse cuenta de que nosotros los irlandeses afrontamos el fundamentalismo católico más brutal, que significó la humillación para mucha de nuestra infancia.
Yo misma lo experimenté en propia carne. Cuando era una adolescente, mi madre me animaba a cometer hurtos. Tras haber sido pillada más de una vez, pasé 18 meses en An Grianán Training Centre, una institución de Dublín para chicas con problemas comportamentales, por recomendación de un trabajador social. An Grianán era uno de los infames Asilos de Magdalenas bajo tutela eclesial, donde se daba techo a adolescentes embarazadas y jóvenes poco cooperativas. Trabajábamos en los sótanos, lavando la ropa de los sacerdotes en lavaderos con agua fría y barras de jabón. Estudiábamos matemáticas y mecanografía. El contacto con nuestras familias era limitado. No cobrábamos por nuestro trabajo. Al menos, una de las monjas fue amable y me regaló mi primera guitarra.
An Grianán era el producto de la relación del gobierno irlandés con el Vaticano (la Iglesia tenía unos privilegios especiales desde nuestra constitución de 1972). En 2007, el 98% de escuelas irlandesas eran de la Iglesia Católica. Pero los reformatorios han cobijado bárbaros castigos corporales, abuso psicológico y sexual. En octubre de 2005, un informe del gobierno Irlandés identificó más de cien denuncias de abuso sexual en Ferns, una pequeña población 70 millas al sur de Dublín, entre 1962 y 2002. Los sacerdotes acusados fueron investigados por la policía; se les atribuyó haber sufrido un desliz de tipo "moral". En 2009, un informe similar implicó a arzobispos de Dublín por haber ocultado escándalos sexuales entre 1975 y 2004.
¿Por qué se toleraba tal comportamiento criminal? El informe decía: "El prominente papel que ha jugado la Iglesia Católica en la vida de Irlanda es la razón principal por la que abusos realizados por una minoría de sus miembros podían ser ignorados."
A pesar del largo matrimonio de la Iglesia con el gobierno de Irlanda, la presunta disculpa pública del Papa Benedicto XVI no asume responsabilidades por las transgresiones de los sacerdotes irlandeses. Su carta dice que "la Iglesia de Irlanda debe primero reconocer ante el Señor y ante todos los serios pecados cometidos contra niños indefensos". Pero, ¿qué hay de la complicidad del Vaticano con esos pecados?
La disculpa de Benedicto XVI da la impresión de que él se ha enterado recientemente de los abusos, y se presenta a sí mismo como al mismo nivel de las víctimas: "Yo sólo puedo compartir la tristeza y el sentido de traición que muchos habéis experimentado al saber de estos actos pecaminosos y criminales, y la forma en que las autoridades eclesiásticas de Irlanda los han tratado."
Pero en otra infame carta de Benedicto XVI (entonces cardenal Ratzinger) enviada a obispos de todo el mundo en 2001 éste les ordenaba mantener en secreto toda denuncia por abuso sexual bajo amenaza de excomunión (rescatando así la nociva política expresada en un documento de 1962 que exhortaba tanto a clérigos abusadores como a sus víctimas a "mantener estricto silencio" sobre el asunto).
Ahora sentado en la cátedra de San Pedro, ¿debemos pensar que el anterior cardenal Ratzinger ha cambiado ahora de opinión? ¿Qué hay de la revelación de la última semana, que en 1996 Ratzinger renunció a apartar del sacerdocio a un sacerdote que pudo haber abusado de unos 200 chicos sordos de Wisconsin?
La disculpa de Benedicto XVI afirma que su preocupación es "sobre todo, conseguir la sanación de las víctimas". Sin embargo, les niega aquello que realmente podría sanarles: una confesión clara de que el Vaticano ha ocultado el abuso, y sigue tratando de encubrir y encubrir. Sorprendentemente, invita a los católicos a "ofrecer vuestro ayuno, vuestra lectura de las Escrituras y obras de misericordia para obtener la gracia de la sanación y la renovación de la Iglesia católica en Irlanda". Incluso más sorprendente aún, sugiere que las víctimas obtendrán la sanación acercándose a la Iglesia de Irlanda; la misma Iglesia que ha exigido juramentos de silencio de niños abusados, como en 1975 en el caso del padre Brendan Smyth, un sacerdote irlandés encarcelado por ofensas sexuales repetidas.
Una vez terminamos de reir, muchos de nosotros en Irlanda reconocemos que acercándonos más a la Iglesia de Irlanda nos acercamos a la blasfemia sobre Jesucristo.
Para los católicos irlandeses, la implicación de Benedicto XVI, tildando los abusos sexuales en Irlanda como un problema exclusivamente irlandés, es arrogante y blasfemo. El Vaticano actúa como si no creyera en un Dios omnipresente. Los mismos que se llaman siervos del Espíritu Santo están traicionando tolo aquello que representa el Espíritu Santo. Benedicto deforma criminalmente al Dios que nosotros adoramos. Todos nosotros sabemos que el Espíritu Santo es la verdad. Por eso, podemos decir que Cristo no está con esta gente que tan frecuentemente invoca Su nombre.
Los católicos irlandeses están en una relación disfuncional con una organización abusiva. El Papa debe responsabilizarse por los actos de sus subordinados. Si sacerdotes católicos abusan de niños, es Roma, no Dublín, la que debe responder con una confesión pública e investigación criminal. Hasta que lo haga, todos los católicos de buena voluntad (incluídas las ancianitas que van a Misa cada domingo, no sólo cantantes rebeldes como yo, a las que el Vaticano ignora con facilidad) deberían dejar de ir a Misa. En Irlanda, ya va siendo hora de separar nuestra fe de su religión, nuestra fe de sus pretendidos líderes.
Hace casi 18 años, rompí una foto del Papa Juan Pablo II en un episodio de "Saturday Night Live". Mucha gente no comprendió mi protesta, (...) Sabía que mi actuación sería polémica, pero quería forzar el debate, allí donde realmente hacía falta; ello forma parte de ser una artista. Lo que peor me supo fue que la gente asumiera que yo no creía en Dios. Ese no es el caso, en absoluto. Soy católica de nacimiento y cultura, y yo sería la primera en la puerta de una iglesia si el Vaticano ofreciera una sincera reconciliación.
Sólo pido que intenten comprender por qué una mujer católica irlandesa que sobrevivió al abuso infantil querría romper la fotografía del Papa.
Sinead O'Connor
Domingo 28 de marzo de 2010