8 de marzo de 2010

El andrógino como experiencia intemporal.

Corrientemente se relaciona el Andrógino con el mito explicado por Platón. Pero el tema del andrógino es mucho más que un simple relato para dar razón de las diversas orientaciones sexuales.

La experiencia del andrógino es, como vengo explicando en varios de los últimos posts, la superación de la propia identidad sexual, a nivel profundamente espiritual. No tiene nada que ver con descubrir la propia orientación sexual (homo, hetero o bisexual). Para un varón, tampoco consiste en vestirse de mujer, ni hablar como ellas, ni acomodarse a lo culturalmente asociado con lo femenino. Experimentar el ser andrógino no necesariamente se manifiesta de forma visible, no cambia nuestra forma de hablar ni movernos, ni nuestros gustos, ni forma de vestir. Pero modifica sustancialmente nuestra comprensión de nosotros mismos y nuestra relación con el mundo y los demás.

Es una experiencia mística, porque implica el descubrir la unidad en aquello que parecía separado, dividido. Es experimentar la alteridad como propia, hacer nuestro algo que siempre habíamos contemplado desde la valla: el sexo opuesto. En mi caso, lo femenino. Por tanto, es reconocerse también mujer.

Que se trate de una experiencia "mística" no significa que requiera de ascetismo, ritualismos o abstención. El mayor defecto de algunos movimientos herméticos gnósticos es el obscurantismo, la complicación, la acumulación excesiva de símbolos y ritos que no sólo acaban distrayendo de lo fundamental, sino que lo terminan sustituyendo. El místico no precisa de tales prácticas. Pues la experiencia mística es sencillez, simplicidad, apertura e inocencia, no requiere de fórmulas ni procedimientos extraños.

Es una experiencia integradora y liberadora, permite crecer en libertad interior y en fraternidad con todas las personas. Es condición indispensable para comprender aquello a lo que Jesús se refería con el Reino de Dios, un mundo donde todos somos iguales, donde ya no hay hombre ni mujer.

Una experiencia así, que permite cambiar la mirada, sanarnos por dentro, y crecer en compasión y empatía con el mundo (especialmente con el sexo femenino, el que más discriminaciones sufre actualmente), podría ser lo que ha conducido a muchas personas a abrazar el celibato, de forma inconsciente, renunciando al "contrato artificial" del matrimonio, las falsas promesas del sexo, y la necesidad de profundizar en esa experiencia de libertad e independencia plena.
Pero imponer una vida de "ángel" a alguien que desconoce o niega su androginia, que no se ha descubierto en lo femenino, puede traer consecuencias desastrosas, un sentimiento de infelicidad irremediable, o desviaciones terribles a nivel sexual.

El miedo a desidentificarse, a perder nuestra identidad más íntima (la sexual), ésa que la sociedad (o la figura "paterna") ha grabado "a fuego" en lo más profundo de nuestro inconsciente, es lo que impide a muchos experimentarse como andrógino.

Todas las místicas universales han intentado aprehender ese tipo de experiencia de unidad, de paz interior, de integración de los polos opuestos. En eso consiste la Sabiduría.

Sus frutos: amor, paz, humildad, igualdad y justicia. Los valores proclamados por Cristo, el andrógino por excelencia.

Mi pregunta ahora es: ¿es la experiencia del andrógino la misma en hombres que en mujeres? ¿O sólo existe un sexo original, el femenino, mientras que el masculino es una falsa apariencia, un accidente biológico de la feminidad original de todo ser?

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Citas tomadas del libro:
Jean Libis, El mito del andrógino, Ed.Siruela, Madrid, 2001.


"Parece como si en la era judeocristiana se hubiera producido un vasto fenómeno de retroceso: el andrógino se encuentra ampliamente apartado, acallado, o disfrazado. Pero no completamente sofocado, y veremos pronto cómo parece haber "aprovechado" las diversas especulaciones teosóficas, necesariamente abiertas a la herejía, para reaparecer." (p.53)

"También Jung ve en la figura de Cristo una injerencia de elementos arquetípicos en la problemática cristiana. Observa, de forma concisa, que 'la androginia de Cristo es la mayor concesión que la Iglesia haya hecho al problema de los contrarios'. Por otra parte, Jung subraya que el Dios trinitario cristiano es esencialmente masculino(...), pero esto no ha impedido un cierto retorno de lo femenino en la persona de Cristo." (p.55)

"El discurso mítico, desde el seno de sus innumerables vicisitudes, atestigua bien la existencia de un profundo antagonismo sexual. El otro sexo es el enemigo, aquel que hace pesar sobre la integridad del ser los más graves peligros." (p.232)

"Este sorprendente descenso a uno mismo es, según Bachelard, lo contrario de un descenso a los infiernos. Ninguna frustración viene a turbar la autorrevelación andrógina; ningún accidente perturba -en principio- la curvatura de una trayectoria soñadora, cuyo principio dinámico de realización es la disolución de los obstáculos, la desaparición de los hiatos." (p.151)

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Aquí un artículo en clave jungiana, Lo masculino, lo femenino y lo andrógino, por Jan M.Broekman.