Traduzco los principales párrafos de este largo artículo escrito por Hanna Rosin.
Quién sabe, puede que el ascenso de las mujeres que aquí se describe propicie el cambio hacia el postcapitalismo. O puede que sólo termine beneficiando a las grandes corporaciones que, de momento, aún tienen la sartén por el mango. No creo que la maximización de beneficios propia del capitalismo deba seguir siendo el criterio del éxito de una sociedad. Tampoco estoy de acuerdo con otros planteamientos de esta autora. Pero comparto su entusiasmo por el cambio de rumbo que se vislumbra, por eso lo incluyo en este blog.
El fín de los hombres.
A principios de 2010, las mujeres ya eran mayoría (51,20%) en la clase trabajadora, por primera vez, en la historia de los EE.UU. Muchas empresarias son, también, mujeres. Y por cada dos hombres que consigan un título universitario este año, tres mujeres harán lo mismo. Durante años, el progreso de la mujer ha sido una gran dificultad para conseguir la igualdad. ¿Pero y si la igualdad no es la meta final? ¿Y si la sociedad postindustrial del futuro fuera construída a medida de la mujer?
En los años 70, el biólogo Ronald Ericsson halló una forma de separar los espermatozoides XY de los XX. (...) El espermatozoide XX era de mayor tamaño, mayor cabeza y cola más larga, y pensó que podía separarlos obstaculizando su paso por según qué fluídos. El espermatozoide con el cromosoma Y era más pequeño y rápido, pudiendo llegar antes al final del recorrido. (...) Ericsson había crecido en un rancho de Florida del Sur.
A finales de los 70, Ericsson vendió su técnica a clínicas de todo EE.UU., siendo éste el primer método científico para elegir el sexo de un bebé. En vez de una bata de laboratorio, vestía botas y sombrero de cowboy. (...) En 1979 cedió su rancho como fondo para la campaña publicitaria de Marlboro porque le encantaba la escena central: "un tipo cabalgando por el río, sin burócratas, sin abogados", decía cuando le entrevisté esta primavera, "él es el boss". En esa sesión publicitaria se tomaron 6.500 fotos de su rancho, llenándole de satisfacción.
Las feministas de la época no se tomaron muy bien las técnicas de Ericsson y su estilo Marlboro. Para ellas, el cowboy del laboratorio y su "espermatizador" representaban la llegada de una masiva oleada de chicos producidos en masa. "Estamos preocupadas por el futuro de la mujer, no hay duda de que hay una preferencia universal por tener hijos varones", decía para la revista People (1984) Roberta Steinbacher, exreligiosa y psicóloga social. Steinbacher se quejaba de cómo las mujeres eran relegadas a "ciudadanos de segundo orden" mientras los hombres seguían dominando posiciones de control e influencia. "Creo que las mujeres debemos preguntarnos '¿Dónde terminará todo esto?", decía. "Muchas de nosotras no estaríamos aquí ahora si estas técnicas se hubieran aplicado hace años".
Las feministas de la época no se tomaron muy bien las técnicas de Ericsson y su estilo Marlboro. Para ellas, el cowboy del laboratorio y su "espermatizador" representaban la llegada de una masiva oleada de chicos producidos en masa. "Estamos preocupadas por el futuro de la mujer, no hay duda de que hay una preferencia universal por tener hijos varones", decía para la revista People (1984) Roberta Steinbacher, exreligiosa y psicóloga social. Steinbacher se quejaba de cómo las mujeres eran relegadas a "ciudadanos de segundo orden" mientras los hombres seguían dominando posiciones de control e influencia. "Creo que las mujeres debemos preguntarnos '¿Dónde terminará todo esto?", decía. "Muchas de nosotras no estaríamos aquí ahora si estas técnicas se hubieran aplicado hace años".
Ericsson, ahora con 74 años, se reía al escuchar estas palabras de su entonces antagonista. La predicción de aquella feminista no se ha verificado, en absoluto. En los años 90, cuando Ericsson repasaba las estadísticas de las aproximadamente dos docenas de clínicas que usaban su método, descubrió para su sorpresa que las parejas estaban pidiendo más niñas que niños. Y la tendencia persiste, a pesar de que Ericsson anunciaba que el método era más fiable para elegir a un futuro niño.
En algunas clínicas, explicaba Ericsson, la proporción llega a 2 niñas por cada niño. Las encuestas sobre preferencias de género son dispersas, y no muestran una preferencia clara por las niñas. Pero el panorama desde la oficina del doctor lo demuestra sin ambigüidades. Un método más moderno para la selección de esperma, llamado MicroSort, está en proceso de pruebas: el 75% de pacientes de este otro método también prefiere niñas.
Ericsson ya no tiene ninguna influencia sobre la elección del sexo de las nuevas generaciones, él ya no es el boss. "Son las mujeres quienes toman todas las decisiones", admite, un cambio también confirmado por los portavoces del Microsort. Al principio, explica Ericsson, las mujeres que llamaban a sus clínicas se disculpaban porque ya tenían dos chicos. "¡Ahora llaman directamente y dicen 'Quiero una niña'!". Son mujeres que contemplan sus vidas y piensan que sus hijas tendrán un mejor futuro que el que tuvieron su madre y abuela; incluso mejor que si fueran chicos, así pues, ¿por qué no elegir una niña?".
¿Por qué no elegir una niña? Que una pregunta así pueda ser pronunciada por un viejo cowboy como Ericsson es magnífico. Casi desde que existe la "civilización", el patriarcado -perpetuado a través de los derechos de primogenitura- ha sido el principio ordenador, con pocas excepciones. Los hombres en la antigua Grecia se ataban el testículo izquierdo en un intento de producir machos; mujeres se han suicidado (o han sido asesinadas) por no poder traer hijos varones al mundo. En su famoso libro de 1949, la feminista francesa Simone de Beauvoir sugería que las mujeres detestaban hasta tal punto su "condición femenina" que contemplaban a sus hijas recien nacidas con disgusto e irritación. Ahora, la milenaria preferencia por los chicos está erosionándose (incluso intiéndose). "Las mujeres de nuestra generación queremos niñas porque nos aceptamos como somos", dice aliviada una entrevistada en Cookie magazine. Incluso Ericsson, el macho testarudo, se resigna y admite el paso de una era. "¿Ha existido la dominación masculina? Por supuesto. Pero ahora parece alejarse. La era del primogénito varón se está alejando."
La misma familia de Ericsson es un buen ejemplo de lo que está sucediendo. Su nieta de 26 años es una bioquímica que trabaja en la secuenciación genética. Su sobrina estudió ingeniería civil en la Universidad de California del Sur. Sus nietos varones, dice, son guapos y brillantes, dice, "pero en la escuela sus ojos se nublan. Debo decirles: ni se os ocurra echaros a perder, dejar una chica embarazada y arruinar vuestras vidas". Recientemente, Ericsson bromeaba con los chicos mayores en la reunión de la escuela elemental, anunciándoles que iba a cambiarse de sexo. "Las mujeres viven más que los hombres. Son más responsables con la economía. Muchas más de ellas se licencian. Viajan al espacio y hacen lo que cualquier hombre, a veces incluso mucho mejor que ellos. Es decir, rayos, espabilad, estas féminas nos dejarán en ridículo".
El masculino ha sido el sexo dominante desde el principio de la historia. Pero por primera vez en esta historia, eso está cambiando a una velocidad sorprendente. Los cambios culturales y económicos siempre se refuerzan unos a otros. Y la economía global está evolucionando de manera que está borrando la histórica preferencia por el hijo varón, mundialmente.
Durante siglos, Corea del Sur, por ejemplo, ha construído una de las sociedades patriarcales más rígidas del mundo. Aquellas mujeres que no podían dar un heredero eran tratadas como esclavas y sufrían todo tipo de abusos. Algunas familias pedían a los espíritus que matara a las niñas bebé.
Entonces, en los años 70 y 80, el gobierno surcoreano abrazó la revolución industrial y animó a las mujeres a unirse a la clase trabajadora. Las mujeres se trasladaron a la ciudad y empezaron a formarse. Avanzaron rápidamente, en las esferas profesional, industrial y clerical. El orden tradicional empezó a resquebrajarse poco después. En 1990 se revisaron las leyes del país para que las mujeres pudieran tener la custodia de sus hijos y heredar propiedades. En 2005, la ley admitió que las madres podían elegir el nombre de sus hijxs. En 1985, la mitad de las mujeres del país admitía en una encuesta "debo tener un niño". Ese porcentaje cayó lentamente hasta 1991 y luego bruscamente hasta llegar a un 15% en 2003. La preferencia por el hijo varón en Corea del Sur "ha terminado", dice Monica Das Gupta, una demógrafa y experta del Banco Mundial. "Ha ocurrido tan rápido... Parece imposible, pero es cierto". El mismo cambio se está produciendo en otros países como China y la India actualmente.
Las razones para tal cambio son, hasta cierto punto, obvias. Las sociedades que sacan partido de las cualidades de la totalidad de sus habitantes, no sólo de la mitad de ellos, se han separado del resto gracias a que el progreso económico ya no lo decide la fuerza física sino la capacidad de comunicación y organización. Y puesto que la geopolítica y la cultura global son, de momento, darwinianas, estos países han sobresalido por encima de los demás.
En 2006, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico hizo pública la base de datos sobre Género, Instituciones y Desarrollo, que mide el poder político-económico de la mujer en 162 países. Con pocas excepciones, a mayor poder de la mujer, mayor la fortaleza de la economía del país. Agencias de ayuda ya reconocen esta relación y están presionando para aumentar la presencia de mujeres en la esfera política en unos 100 países y así mejorar su estabilidad económica. (...)
En EE.UU., la economía más potente del mundo, algo remarcable está sucediendo. Los padres americanos eligen tener más chicas que chicos. (...)
¿Y si la economía postindustrial favorece más a las mujeres que a los hombres? Durante mucho tiempo, los psicólogos evolutivos han insistido en que cada sexo ha ido adaptándose a los cambios de forma distinta: los varones son más fuertes y rápidos para luchar por la escasez de recursos, y es algo obvio si miramos a Wall Street; las mujeres han sido programadas para encontrar buenos proveedores y cuidar de su descendencia. Esta forma de pensar compartimentaliza nuestra idea del orden natural. Pero, ¿y si hombres y mujeres no estuviéramos sometidos a imperativos biológicos sino a roles sociales, basados en lo que resultaba eficiente a lo largo de una era histórica? ¿Y si esa era ha llegado a su fin? ¿Y si la economía que debe abrirse camino se adecúa mejor a la mujer?
Una vez consideramos esta posibilidad, la evidencia nos rodea por doquier. La Gran Recesión, por ejemplo, acabó con tres cuartas partes de puestos de trabajo masculinos. Las industrias más perjudicadas fueron las tradicionalmente masculinas e identificadas con el macho: construcción, industria, altas finanzas. Esa recesión ha revelado un profundo cambio económico que ha durado hasta nuestros días.
Por primera vez en la historia de los EE.UU., la balanza de la fuerza de trabajo se ha inclinado a favor de la mujer, quienes ocupan más de la mitad de los puestos de trabajo del país. La clase trabajadora, que durante años ha definido nuestra idea de la masculinidad, está virando hacia el matriarcado, con hombres cada vez más ausentes de sus casas y mujeres tomando todas las decisiones. Las mujeres dominan hoy las universidades y escuelas profesionales. De los 15 sectores previstos para crecer más en la próxima década en EE.UU., 13 son principalmente dominados por mujeres. De hecho, la economía estadounidense está de alguna manera convirtiéndose en una especie de hermandad femenina: mujeres de clase alta abandonan sus casas y crean lugares de trabajo doméstico para otras mujeres.
Los atributos exigidos por la economía postindustrial no entienden de fuerza y tamaño masculinos: inteligencia social, comunicación abierta, la capacidad de concentración,... no son predominantemente cualidades masculinas. De hecho, podría ser al revés. Mujeres en zonas pobres de la India están aprendiendo el inglés más rápido que los hombres para satisfacer las demandas de las operadoras globales. Las mujeres poseen más del 40% de los negocios privados en China, donde tener un Ferrari rojo es el nuevo símbolo de status para mujeres emprendedoras. El año pasado, Islandia eligió como Primera Ministra a Johanna Sigurdardottir, la primera cabeza de Estado abiertamente lesbiana, que había hecho campaña en contra de la élite bancaria masculina que, según ella, había destruído el sistema bancario del país, e hizo votos para acabar con "la edad de la testosterona".
Sí, en EE.UU. aún existe una gran injusticia, una que puede ser fácilmente demostrada, en forma de discriminación. Sí, el cuidado de los niños recae principalmente en manos femeninas, y las cimas de la alta sociedad siguen dominadas por hombres. Pero, dado el poder de las fuerzas que mueven la economía, esta situación parece ser el último coletazo de una era agonizante, más que algo permanente. Docenas de universitarias a las que he entrevistado asumían que posiblemente ellas sean quienes salgan a trabajar mientras sus compañeros se quedarán en casa, bien buscando trabajo o cuidando a los niños. Los hombres, me decía una estudiante de último curso, "son la nueva bola de hierro encadenada a tu pierna". Puede suceder poco a poco, pero inevitablemente sucederá a largo plazo. La nueva economía será un lugar donde las mujeres repartirán las cartas.
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La lista de nuevas profesiones tiene que ver con el cuidado, en las que las mujeres, irónicamente, parecemos beneficiarnos de los viejos estereotipos y hábitos. Teóricamente, no existen razones por las cuales los hombre no puedan estar cualificados en las tareas de cuidado. Pero han demostrado con creces su incapacidad de adaptación. En el curso del último siglo, el feminismo ha presionado a las mujeres a hacer cosas que antes eran consideradas antinaturales, primero como trabajadoras solteras, luego manteniendo sus trabajos y su vida familiar, e incluso con niños pequeños en casa. Muchas profesiones que eran reducto de hombres tienen hoy un rostro femenino (me vienen a la cabeza secretarias y profesoras). Sin embargo, no soy consciente de ninguna profesión en que haya ocurrido al revés. Las guarderías han intentado en los últimos años fichar a hombres, con escaso éxito. (...)
Las mujeres están empezando a dominar el sector de la mediana empresa, y un gran número de cargos profesionales. De acuerdo con la Oficina de Estadística del Trabajo, hoy las mujeres ocupan el 51,4% de trabajos de dirección y profesionales (era el 26,1% en 1980). Suman un total del 54% de los cargos contables y puestos bancarios y de seguros. Un tercio de los físicos de EE.UU son mujeres, un 45% socias de bufetes, y ambos porcentajes crecen rápidamente.
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El ascenso de la mujer topa con resistencias cuando nos acercamos a la cima de la pirámide. (...) Sólo un 3% de las 500 primeras fortunas son mujeres.
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Incluso acerca de la delicada cuestión de las madres trabajadoras se han dado cambios. El año pasado, en un artículo sobre lactancia materna, me quejaba sobre el obstáculo que supone para una madre los primeros años de infancia de sus hijxs para ascender en posiciones de poder. Pero aquello se transforma poco a poco en "flexibilidad horaria", reflejando cambios en las fuerzas de trabajo. Según un estudio realizado por el Harvard Business Review, los recién licenciados de ambos sexos demandan en primer lugar trabajos con flexibilidad horaria. Las compañías que deseen atraer trabajadores cualificados y directorxs están respondiendo. La firma consultora Deloitte, por ejemplo, se lanzó a iniciar el programa pionero llamado "Personalización de la Carrera Social" (Mass Career Customization), que permite a sus empleados ajustar sus horarios dependiendo de su vida personal. Como explica la web de Deloitte, este programa soluciona "un tema complejo, que no puede ser clasificado como exclusivamente de las mujeres".
"Las mujeres están llamando a la puerta del liderazgo justo en el momento en que sus talentos encajan bien con las necesidades actuales", escribe David Gergen en la presentación de "Poder iluminado: cómo las mujeres están transformando la práctica del liderazgo" (Enlightened Power: How Women Are Transforming the Practice of Leadership). ¿Cuáles son esos talentos? Antes se creía que los líderes debían ser competitivos y agresivos, y que los varones poseían dichas cualidades. Pero la investigación psicológica ha relativizado estas creencias. Tanto hombres como mujeres demuestran ser igual de competitivos, en estudios sobre la negociación, con pequeñas variaciones. Los hombres tienden a imponerse de manera controladora, mientras que las mujeres suelen tener en cuenta los derechos de los demás. Ambos estilos son igual de efectivos, según Alice Eagly y Linda Carli en Through the Labyrinth (2007).
Los investigadores han empezado a estudiar la relación entre la testosterona y la toma de riesgos excesivos, suponiendo que los grupos de hombres, de alguna forma básicamente hormonal, se animan unos a otros a la hora de tomar decisiones temerarias. Emerge una nueva comprensión de los sexos (opuesta a la anterior hombre=racional, mujer=emocional): lo irracional asociado a los negocios masculinos, y la mujer asociada al sentido común y la sensatez.
No sabemos con certeza si la testosterona afecta en las decisiones empresariales. Pero la percepción del líder ideal está empezando a cambiar. El antiguo modelo de mando y control, con un líder al cargo de todo el poder sobre la toma de decisiones, se considera retrógrado. El nuevo modelo es llamado a veces "post-heroico" o "transformacional" en palabras del historiador y experto en liderazgo James MacGregor Burns. El objetivo hoy es comportarse como un buen entrenador (coach), y canalizar tu carisma para motivar a los demás a ser creativos y responsables. El modelo no está explícitamente definido como feminista, pero está contenido en la literatura sobre las diferencias de género. Un programa de la Columbia Business School, por ejemplo, enseña liderazgo emocional e inteligencia social, incluyendo la lectura de las expresiones faciales y lenguaje corporal. "Nunca decimos explícitamente que hay que desarrollar nuestro 'lado femenino', pero eso es claramente lo que estamos poniendo en práctica", dice Jamie Ladge.
Un estudio de 2008 intentó cuantificar los efectos de este estilo de liderazgo femenino. Investigadores de Maryland y Columbia analizaron los datos de las 1.500 primeras firmas estadounidenses desde 1996 hasta 2006, para determinar la relación entre alto redimiento y participación femenina en la dirección. Las empresas que tenían mujeres en posiciones altas rendían mejor, y ello era especialmente cierto en aquellas firmas con "estrategias intensivas de innovación", en las que la creatividad y la cooperación son fundamentales". Una descripción viable de la futura economía.
Podría darse que las mujeres transformaran la organización empresarial, o podría darse que las compañías con mayores beneficios tuvieran el lujo de contratar a las mujeres con mayor potencial. Sea como sea, la asociación está clara: las compañías con éxito e innovadoras son aquellas que promocionan a la mujer. El estudio de Columbia-Maryland clasificó a las industrias que empleaban a mujeres ejecutivas, y al final de la lista aparecen los fantasmas de la economía del pasado: inmobiliarias, carbón, metalurgia y maquinaria.