11 de abril de 2010

Las reflexiones de Otto Gross sobre el matriarcado.

Otto Gross (1877-1920) fue un psicoanalista que rompió con la escuela freudiana, tuvo amistad con Jung y Kafka. Murió en la más absoluta pobreza y consumido por los narcóticos. Influyó en el pensamiento de W.Reich y E.Fromm.

Adoptaría una forma modificada de las teorías protofeministas y neopaganas de Johann Jakob Bachofen, con la que intentaría devolver a la civilización a un postulada edad de oro matriarcal y no jerarquizada. Sería posteriormente condenado al ostracismo, y no incluido en la historia de los académicos psicoanalíticos y psiquiátricos.

Lo que Gross va a hacer básicamente es corregir y completar las teorías de la evolución ontogenética de la psique provistas por el psicoanálisis con las tesis de Bachofen sobre el desarrollo filogenético de la especie humana, con vistas a desarrollar un método eficaz de terapia no individual, sino social y revolucionaria.

Sin embargo, no todo lo que he leído sobre él me parece loable:
“Era médico nietzscheano, psicoanalista freudiano, anarquista, sacerdote de la liberación sexual, maestro de orgías, enemigo del patriarcado, cocainómano y morfinómano disoluto.” (Richard Noll)

Según esta cita, Gross, como otros tantos "liberados sexuales", no logró asimilar plenamente el espíritu matriarcal. Ningún varón que se llame matriarcal puede ser maestro de orgías ni sacerdote, porque ello atenta directamente contra la soberanía sexual de la mujer. En mi calidad de varón matriarcal y defensor de la sexualidad ginocéntrica, debo aclarar que cualquier varón deseoso de orgías y cocaína sigue estando poseído por el patriarcado (=egoísmo), y traiciona el ideal de vida matriarcal, por mucho que se llame a sí mismo "antipatriarcal" (como explico en este otro post). Gross posiblemente no logró captar que, para el varón matriarcal (heterosexual, en este caso), es el deseo sexual femenino el que tiene preferencia, básicamente porque en eso consisten el amor y el espíritu matriarcal. No confundamos libertad sexual con libertinaje.
Tampoco creo correcto identificar el paganismo con el matriarcado exclusivamente: el paganismo greco-romano fue muy patriarcal, a pesar de mantener ciertas reminiscencias matriarcales.

Se le ha rescatado del olvido bastante recientemente. A pesar de mantenerme distante y crítico con su aplicación práctica del matriarcado, se atrevió a lanzar hipótesis valientes sobre éste, que voy a reproducir aquí.

Considerado por unos un brillante pensador, y por otros un loco y un lunático, su obra no se tradujo a nuestra lengua hasta 2003.

Fuente de los textos seleccionados (con notas aquí no incluídas): Área 3, Otto Gross, Más allá del diván.

“Sobre el proceso de transición del matriarcado al orden familiar existente se baraja actualmente la suposición bastante plausible de que la forma actual del matrimonio nació a partir del rapto de mujeres; es decir, que la base originaria de la familia patriarcal era el abuso de las esclavas raptadas en guerras. Esto significaría que (...) la simbólica de la violación sexual que habita en toda la humanidad tiene su origen en una violación sexual universal, su etiología es un acto de violación universal que afecta a toda la humanidad. Fuera como fuere, en cualquier caso, tenemos que admitir que el orden familiar existente se basa en la renuncia a la libertad de la mujer (...) el hombre individual posibilita la maternidad de la mujer individual, lo que implica la dependencia material, y por tanto universal, de la mujer respecto al hombre en aras de la maternidad.


El instinto materno (en el mundo patriarcal) está tan intrínsecamente ligado a la condición femenina que la oposición interna contra este instinto sólo puede manifestarse psicológicamente como negación de la propia feminidad y deseo de masculinidad. Lo que significa que toda voluntad de independencia individual, de libertad y de autodeterminación tiene que asociarse en la mujer con la negación de la propia feminidad y con una especie de actitud homosexual. De la misma forma, de la obligación de renunciar a la independencia individual para poder convertirse en madre, resulta que la mujer tiene que asociar el instinto de maternidad y, con ello su querer ser mujer, con una pasividad humana y sexual, es decir, con un componente instintivo masoquista.


(...) En todas las mujeres se mantiene (en el mundo patriarcal), de forma consciente o inconsciente, y aceptándola o rechazándola, la sensación de ser violadas con su sexualidad y su maternidad: la simbólica de la violación y la destrucción para la sexualidad y maternidad. Al igual que en todos los hombres se mantiene, de forma consciente o inconsciente, y aceptándola o rechazándola, la sensación de que sus relaciones sexuales con las mujeres en el fondo no son sino violaciones”.


“... si vamos al fondo de las cosas, tendremos que añadir que la formación de la posición actual de la mujer en la sociedad y en la familia fue el trauma más universal en la historia de la humanidad del que nació el sufrimiento interior que la humanidad padece de sí misma”. (La simbólica de la destrucción, 1914)

En Gross, el matriarcado aparece como el ideal comunista, el lugar a donde debe retornar la especie humana, la matriz de unas relaciones entre los seres humanos más propiamente humanas.
Este ideal llevó a Gross a trasladarse con unos alumnos, en 1910, a Monte Veritá [ver nota al pie], donde buscó fundar un matriarcado naturalista y comunista.

“Las investigaciones antropológicas ya no permiten albergar dudas acerca del hecho de que el orden familiar existente, la familia patriarcal, no era un hecho congénito de la evolución de la humanidad, sino que era el resultado de la subversión de un orden anterior. La antropología moderna reconoce como institución originaria el libre matriarcado, el llamado matriarcado de las tribus primitivas. La esencia de la institución matriarcal es que todos los integrantes del grupo social –en este caso de la tribu- se encargan del sustento material de la mujer. El derecho matriarcal confiere a la mujer la independencia económica y con ello su independencia sexual y humana del hombre individual, y sitúa de esta manera a la mujer como madre en una relación de responsabilidad directa frente a la sociedad, ya que es ella la portadora de los intereses del futuro” [14].

El matriarcado no impone barreras o normas, ni moral o control a la sexualidad. Desconoce el concepto de la paternidad y no precisa su comprobación en el caso concreto. Acepta la maternidad como el mayor trabajo prestado a la sociedad misma en tanto que representante legal legítima de las futuras generaciones y traslada a la sociedad la obligación de la compensación material; es decir, no tiene motivo para evidenciar la paternidad, justo lo contrario de lo que ocurre en el patriarcado, que se basa en la determinación de un sujeto responsable y obligado a pagar que, por tanto, necesita convertir las condiciones indispensables para conseguir tal evidencia –en primer lugar la obligación de la exclusividad sexual- en el contenido de su moral y de sus instituciones [15].

He aquí la diferencia decisiva y esencial. El matriarcado sitúa el conjunto de los derechos y obligaciones, de responsabilidad y vínculo entre los individuos, por un lado, y la sociedad, por otro. La institución patriarcal, en cambio, desplaza el centro de gravedad al vínculo jurídico entre los individuos.

Donde impera el matriarcado toda entrega individual sólo puede hacerse valer en la relación del individuo con la sociedad y toda sensación de poder sólo existe en la colectividad.

Resulta harto difícil imaginarse los motivos que podían haber llevado a abandonar un orden positivo de estas características...

El punto crítico del matriarcado –también podríamos decir: la sociedad comunista a partir de su unidad más pequeña- es su complejidad social; la cohesión interior de los grupos que permite su establecimiento es al mismo tiempo la condición de su existencia. Reconstruirla sobre una base más amplia será la tarea principal en los tiempos venideros para rectificar la culpa original de haberla abandonado a la hora de la primera ola de complicaciones sociales...

Seguramente era una fase en que el creciente aprovechamiento de los recursos naturales parecía aconsejar la introducción de un sistema económico descentralizado. Era la primera sublevación del individualismo económico contra la vieja moral social: el nacimiento de la propiedad. Parece que el Génesis la relaciona también con el descubrimiento de la agricultura...

Un periodo de desintegración social, pues, en el que se corrompe tanto la estructura social como el sentimiento de relación natural entre los individuos, la moral elemental. Este periodo de incertidumbre exterior e interior puede ser el contexto en el que la mujer, para afrontar la difícil situación de la maternidad, puede llegar a esperar una mayor seguridad y un apoyo más fuerte por parte de un individuo y puede llegar a pensar que estaría más segura y materialmente mejor situada si un solo individuo se responsabilizara de este apoyo. Contrato individual en vez de la garantía social hasta entonces natural... Persiste el problema de la contrapartida.

Todo el error del nuevo orden, todo el conflicto moral irreductible de la nueva moral, se concentra en el momento de la contrapartida. La contrapartida (...) es fundamentalmente la sexualidad (...) y esta utilización de la sexualidad es el pecado contra la sexualidad del cual el Génesis nos muestra sus consecuencias inmediatas: la transformación de las sensaciones hasta el punto de concebir la sexualidad como un objeto de pudor.

Es decir, el contenido de la nueva relación legal es que la mujer se vende en forma de prostitución y matrimonio y su primer resultado directo es el pudor sexual.

La consecuencia siguiente es la familia autoritaria, el elemento constitutivo de la autoridad como institución.

...por parte de la mujer que ha de ser resarcida de la sexualidad, la sexualidad ha de ser presentada como un mal, como algo que ella misma no desea, sino que sólo aguanta, a diferencia del carácter activo de la sexualidad masculina que se ha convertido en un fin en sí. De esta manera empieza a instaurarse una ficción que domina todo, que a lo largo de las generaciones se inscribe cada vez más profundamente en el inconsciente y se considera cada vez más como algo dado por la naturaleza y una diferencia innata entre los sexos –la ficción de la oposición y de la imposibilidad de comprensión entre hombre y mujer-. De esta manera se instaura la coacción a un comportamiento activo y pasivo, respectivamente, la obligación de la mujer al recato mentiroso y el derecho del hombre a la brutalidad posesiva (...) una colisión entre dos egoísmos en vez del símbolo natural de la abolición de las fronteras entre yo y tú (su lugar ha sido ocupado por una lucha entre intereses opuestos, es decir, una lucha por el poder, en virtud del cual la voluntad de poder se convierte cada vez más en un fin en sí, en un automatismo que acaba convirtiendo la lucha entre los sexos en un hecho natural).

La interminable lucha por el poder crea sus propios límites y coacciones exteriores dentro de una relación de autoridad claramente definida. Al mismo tiempo, la sociedad ha dejado de ofrecer al individuo otras garantías esenciales que no sean las materiales.
...
La verdadera liberación de la mujer, la abolición de la familia patriarcal existente mediante la responsabilidad comunitaria y social de la maternidad, restituirá el interés vital de cada uno en una sociedad que le garantizará la posibilidad de la libertad suprema e ilimitada, y cada uno, independientemente de donde venga, tendrá el mismo interés en combatir las instituciones que conocemos hoy día.
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Creemos que la única revolución verdadera será la que ponga en una misma unidad a la mujer, la libertad y el espíritu. (1913)
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Nota sobre el Monte Veritá:
“La pequeña ciudad de Ascona, entre los Alpes suizos, a orillas del Lago Maggiore en el Ticino, región suiza-italiana, dotada de un clima privilegiado, se convirtió, junto con otras ciudades de la zona, en un lugar que ofrecía la posibilidad de una utopía. Desde 1870, la presencia en el lugar de los anarquistas rusos (como Mijail Bakunin) contribuyó a la creación de un terreno fértil para ideas vanguardistas. Ascona fue un enclave del espíritu laico centroeuropeo con la confluencia de tendencias muy heterogéneas, como sociedades teosóficas, grupos naturistas, profetas, anarquistas y escritores. Monte Verità, situado sobre la ciudad de Ascona, fue el lugar elegido para fundar una colonia naturista. La idea surgió de la pareja formada por una maestra de piano, Ida Hoffmann (1864), y Henri Oedenkoven (1875), hijo de un industrial. Compartían su aversión por la civilización y coincidían en pensar que el retiro de la sociedad moderna podría convertirse en una nueva escuela de vida. Otros fundadores fueron Karl Gräser (1875), ex oficial del ejército, su hermano Gustav Gräser (1879), poeta y pintor, perteneciente a los círculos bohemios de Alemania, Lotte Hattemer y Ferdinand Brune. Muchos otros pensadores y artistas estuvieron en Monte Verità: anarquistas como el médico Raphael Friedeberg, Erich Mühsam, Ernst Frick, Otto Braun; los psicoanalistas Otto Gross y C.G. Jung; el pintor Paul Klee; los escritores Hans Arp, Hugo Ball y Hermann Hesse”.
(Marcela Sánchez. La Jornada Semanal, octubre de 2000)
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Más información sobre Otto Gross:



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