15 de abril de 2010

Una fenomenología del andrógino. El principio de autoridad materna.

Portada del comic Broken Trinity: The Angelus

¿Es la mujer superior al varón?

¡No caeré en la trampa de responder de buenas a primeras!
Tal como está formulada la pregunta, y sea cual sea la respuesta, seguimos reconociendo y reproduciendo en ella las categorías patriarcales del pensamiento, dando por supuesta:
- la necesaria jerarquización de la realidad (todo es visto en términos de dominación, de superioridad / inferioridad),
- la irreconciliable diferenciación ontológica entre varón / mujer.
Por eso, tal pregunta no nos sirve para alcanzar verdad alguna liberada de la racionalidad patriarcal, la cual tiende a dividir y no a reconciliar, y nos sigue encerrando en una perspectiva limitada del mundo.
Debemos abrirnos antes a otra forma de entender la realidad, llámesela matrística o, como vengo haciendo en este blog, matriarcal.


La fenomenología de la conciencia andrógina:

"Es universal que todo ser humano viviente, de cualquier edad, sexo y condición, ha nacido de mujer y es hija o hijo."
Victoria Sau, El vacío de la maternidad.

Intentaré antes resumir mi experiencia brevemente, en la medida de mis posibilidades.
Si habéis seguido el curso de este blog, habréis visto que mi deseo ha sido, de manera más o menos literaria, insistir en el tema del andrógino como un estado de autoconciencia por el cual todos los géneros se funden en uno solo: es andrógino quien percibe y se percibe (piensa, comprende...) más allá de las diferencias de género.

La conciencia andrógina es algo distinto a lo que suele llamarse identidad sexual (biológica, psicológica o social), y lo entiendo como una experiencia de tipo ético y espiritual, que afecta y transforma la totalidad de nuestro actuar y nuestro ser.

Dicho esto, los andróginos no podemos evitar advertir que existe un grupo de andróginos con el potencial de transmitir la vida y convertirse en "madres". El resto, ya sea por imposibilidad biológica (hombres) o por voluntad propia (mujeres), junto a otras excepciones, no son madres, pero pueden participar espiritualmente de la maternidad mediante el amor.

Porque lo genial del caso es que entre madres e hijxs no existen jerarquías, no hay superiores e inferiores, porque las madres son, también, hijas, y aman a sus hijos como iguales, en muchos casos incluso más que a sí mismas, y sean del sexo que sean. La "autoridad" de la madre procede, a mi entender, de la empatía con su hijx. De igual manera, la madre que no empatiza con su hijx carece de "autoridad". En el orden matriarcal, la autoridad la recibe quien ama en pie de igualdad y sin egoísmo.

La madre mentalmente sana, mientras haya elegido la maternidad conscientemente, desde la madurez, libremente y sin egoísmo, siente la continuidad con su hijx, y le trata como un igual. De la misma manera, el hijo amado se siente a gusto como hijo y no contempla a la madre como "superior". El hijo varón pasará por etapas de diferenciación sexual, inevitablemente, pero pueden ser sanamente integradas gracias al amor. La buena madre sabrá, a su vez, respetar la independencia de su hijx.

El patriarcado, por el contrario, reniega de la idea de androginia universal, y la ha asociado con imágenes que remiten a lo demoníaco, amenazantes sodomías y castraciones claramente irreales y fantasiosas. El patriarcado basa las relaciones humanas en el egoísmo, e insiste en la diferencia entre sexos e identidades sexuales, introduciendo al padre como elemento de interferencia emocional entre la madre y el hijo. El padre es elevado a principio absoluto (pater +arkhé). El padre es un "hijo varón que aspira a ser madre", es el andrógino que reniega de sí, que tiene "envidia del útero" y se identifica exclusivamente con eso llamado masculinidad, creando todo un sistema cultural que le permite ejercer de pater de forma legítima e incluso "natural". Dicho sistema intoxica con el virus del egoísmo incluso a las mujeres (no añado aquí las reflexiones acertadísimas del materialismo histórico, se presuponen). Las madres patriarcales colocan su propio interés por encima del bien de su descendencia, a causa de lo mismo: el patriarcado promueve la dependencia emocional de la mujer, viola su libre voluntad, y puede convertirla en una mala madre, la que consiente voluntariamente que un "padre" se apodere de sus hijxs.

Volviendo al andrógino, la principal dualidad social (que no dualismo) que percibimos los andróginos ya no es la genérica (hombres/mujeres), sino la materno-filial (madres/hijxs). No vemos hombres o mujeres, heteros o gays, tales o cuales,... vemos sólo hijxs de madre. Los andróginos nos acercamos a la maternidad sin prejuicios patriarcales, siendo conscientes de que ser (buena) madre implica una responsabilidad añadida, y por ello mismo necesita de un reconocimiento especial. No hace falta decir que, en mi opinión, el varón matriarcal debe ser un andrógino espiritual.


¿Cómo sería el mundo si la madre fuera el principio espiritual de toda autoridad? (Matriarcado = mater + arkhé)

La "autoridad" maternal no atenta contra la libertad de lxs hijxs, porque procede de la autoría de la madre, no de la potestas del padre. La autoridad materna, sin condicionamientos externos, dista mucho de la paterna a la que nos tiene acostumbrados el patriarcado. Es la autoridad de quien que se preocupa por nosotros desde nuestro nacimiento, porque es la autora de nuestras vidas: autora biológica (con la diminuta aportación detonante de un varón) y ética (ella debería haber tenido la última palabra sobre la decisión de quedarse embarazada).
De hecho, nunca debió haber sido de otra manera. Existe una relación de dependencia total del bebé con respecto a su madre, incluso simbiótica al principio. Igual que la madre se desvive por sus hijxs, éstos terminan reconociendo en ésta a aquella que les ha dado la vida. A nuestros padres no les debemos nada, y si dicen lo contrario es porque no saben amar.

Mi determinación a favor del matriarcado hunde sus raíces también en la experiencia personal. Muchos de nosotros hemos crecido con esa incómoda sensación de que le debíamos algo a nuestro padre. Y no tiene por qué haber sido un padre violento, ni agresivo, no. Ha sido un padre correcto... pero es algo que mucha gente compartimos: hay padres a los que parece que les debamos la vida.
Y no, no es así.
Soy matriarcal porque no deseo que nuestros hijos crezcan con ese sentimiento de deuda constante que tanto limita la libertad de espíritu, que tanto puede llegar a inmovilizar. Yo tuve la suerte de desplazarle (no sin dificultades) gradualmente a partir de los 16 años, y depositar toda fuente de autoridad en la divinidad. Luego, empecé a identificar la divinidad con el principio materno. Gracias a que ahora no le reconozco a mi padre ninguna autoridad sobre mí, éste ha aprendido a tratarme como un adulto.
Quiero que nuestros hijos vivan sin sentir esa autoridad masculina que a mí me limitó e inhibió en más de una ocasión. Quiero que sientan que les amo sin esperar nada a cambio. Por eso siempre redirijo sus miradas a aquella que ha sido el principio de sus vidas: su madre. En mi hogar, desde que rige el matriarcado, hay un sentimiento de libertad que yo nunca antes había experimentado, y puedo decirlo bien orgulloso y con la cabeza bien alta. No dejaré de ser matriarcal.


Insisto, ¿crees que la mujer es superior al varón?

Vale, vale, si insistís en que responda a esa estúpida pregunta, pienso que: el varón es inferior sólo en la medida en que reniega de su androginia y no reconoce la autonomía plena de la mujer para ser o no ser madre.

En definitiva, en la base del mal humano creo que se encuentra el desconocimiento de la propia realidad andrógina y la negación del principio materno, lo que conduce a un gran número de varones a actuar de forma confusa y (auto)destructiva.

¿Hemos hecho los varones un esfuerzo real por contemplarnos a nosotros mismos desde la distancia y reconocer que puede que no sepamos gestionarnos espiritualmente?

Yo no creo en el caos y la anarquía, creo en la necesidad de un principio de autoridad (el materno), y en la posibilidad de organizarnos para crear un mundo donde se garanticen los derechos humanos.
Contemplo la proporción estadística de: asesinos en serie, pederastas, terroristas, pervertidos, asesinos, criminales, alcohólicos, estafadores, masas descontroladas, vándalos, psicópatas, dictadores, maltratadores, violadores, absentismo y fracaso escolar, narcotraficantes, vagos y maleantes,... la mayoría de casos llevados a cabo por...¡varones! En base a esto, debo admitir que las mujeres están demostrando mayor madurez y responsabilidad que los varones actuales. ¿Cómo igualaremos los varones a las mujeres en madurez y responsabilidad? ¿Eso no da que pensar a nuestros grandes y maravillosos líderes, tan eruditos ellos? Je, je, no,... mientras sólo se vean a sí mismos como varones.

Lo siento, pero sigo teniendo esa extraña sensación de que los varones no han asimilado bien esa "peculiaridad" que nos acompaña toda la vida, porque vive en nuestro código genético, o en nuestro estadio embrionario, y la niegan hasta tal punto que les atormenta existencialmente (da que pensar el artículo del blog amigo Reverenciando nuestra feminidad). Es como un miedo a descubrir que también somos mujeres...

Yo no tengo ningún problema en reconocer que los varones tenemos ciertas limitaciones respecto a las mujeres. Eso no me hace inferior, simplemente reconozco que ellas tienen unas aptitudes de las que yo carezco. Principalmente, engendrar la vida libremente.
Y no, no me sirve la falacia de que "el padre cuenta al 50%, porque una mujer no puede engendrar sin un hombre"; el papel del hombre en el desarrollo de un ser humano desde la concepción es nímio y efímero, no pasa de ser un figurante que aporta cierta variedad al código genético de la madre, el cuerpo del padre no sufre transformación alguna para preparar la llegada del futuro bebé, es un simple detonador de la segmentación y mitosis del óvulo. Y nada más. Por culpa de considerar al padre como coautor de la vida se ha atropellado la autoridad materna.

Ningún hijo tiene derecho a elevarse a sí mismo al nivel de "padre". En tal caso, debe ser la madre quien elija quién ejercerá el rol de padre. La madre debería haber probado la capacidad de amar de un varón antes de convertirlo en "padre". Por otra parte, aquel que no sabe amar, no debería poder ser nunca llamado "padre".
Para que eso se cumpla, está el principio de autoridad materna. A partir de aquí, toda la vida política, económica, espiritual y cultural debería ser revisada y transformada. Pero a tanto no llego... por hoy.
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