El derecho a la propiedad es el primer pilar del modelo económico patriarcal, ya se trate de propiedad individual, jurídica o estatal. Pero... ¿realmente somos propietarios de algo?
Sólamente parecemos ser propietarios de nuestra propia vida. Y esa única "propiedad" es inmensamente frágil y vulnerable al principio, dependemos totalmente del cuidado de un adulto para mantenerla. Nuestra vida depende por entero de la familia que nos ha visto nacer. No nacemos tan "libres" como desearíamos, nacemos totalmente dependientes. Nada nos pertenece, sino que pertenecemos a algo más grande que nosotros mismos.
Al nacer, ningún bebé es propietario de nada.
Al nacer, ningún bebé es propietario de nada.
Curiosamente, todos al nacer compartimos la "intenencia" (no tenemos nada), y la "dependencia" (si seguimos con vida es gracias a que otrxs lo permiten).
Si la "intenencia" original es común a todxs ¿qué nos ocurre a lxs adultxs para que nos sintamos propietarios de cosas de las que todxs carecíamos como bebés? ¿por qué tantas veces sacrificamos nuestra convivencia por proteger aquello que decimos que "nos pertenece"?
La familia que nos ha visto crecer y nos ha dado lo que necesitábamos para sobrevivir debería haberlo hecho por amor y sin esperar nada a cambio. Pero lo cierto es que, sin una mala intención expresa, muchos padres nos transmiten lo que ellos han recibido, haciéndonos partícipes de sus miserias, esperando que suframos como ellos sufrieron, que prosperemos como ellos prosperaron, que tengamos lo que ellos han tenido... y lo protejamos con determinación. Los agentes patriarcales son así (padre, madre, sacerdotes, compañerxs, la sociedad... o todos ellos a la vez), nos adoctrinan en el egoísmo, porque posiblemente es lo único que han conocido.
Sometamos a juicio la creencia de que la propiedad privada es un derecho natural, una garantía para la correcta convivencia humana, para pensar que se trata simplemente de otro sentimiento inculcado. El sentido de la propiedad no es más que un vínculo afectivo con un objeto por el cual deviene una posesión nuestra y nosotros sus propietarios.
La contradicción interna del liberalismo económico consiste en educarnos en la vinculación afectiva con lo innecesario.
Nuestra economía del consumo choca con nuestra libertad para no consumir. Basta escuchar a nuestros grandes economistas: todos coinciden en que el mejor remedio para la crisis económica es activar el consumo, consumir más. Eso me suena a chantaje y coacción a la libertad, lo siento. Vivir para el consumo y a la vez exigir un estado que nos proteja de todos los males es el espejismo de nuestra burbuja primermundista. La nuestra es la cultura del niño malcriado y sobreprotegido.
El capitalismo permite y promueve la existencia de "niñxs malcriadxs en cuerpos adultxs".
El afecto a lo innecesario desplaza el sentido de empatía y la libertad.
Que nadie se asuste, ningún matriarcado contempla la posibilidad de que alguna de estas señoras del vídeo ostente poder alguno. Básicamente, y anticipando lo que expongo en este artículo, porque dejarían de existir los magnates, y lxs ociosxs se verían obligados a ganarse el pan.
El capitalismo mercantiliza y ridiculiza la mística.
El capitalismo y el imperialismo siempre han caricaturizado la mística, porque la mística es la principal enemiga del patriarcado. Es la única experiencia humana capaz de destruirlo, porque convierte a las personas en incontrolables e impredecibles. Los imperios económicos y políticos han comprado a los agentes religiosos para anular lo místico. La religión institucionalizada ha contribuido a confundir, más que a liberar. Cuando los líderes religiosos están al servicio de poderes económicos, logran desviar la atención de aquellos que buscan con buena voluntad el camino a la liberación interior. La búsqueda espiritual ha sido traicionada por las grandes religiones institucionalizadas.
La mística es anulada mediante la mercantilización de su sucedáneo, la droga. Un falso éxtasis se vende en el mercado en forma de droga. Lejos de ser una sustancia liberadora, es lo más parecido a la esclavitud. Además, mantiene todo un sector económico colmado de asesinos y proxenetas, enriqueciendo a mafiosos sin escrúpulos. Algunos bohemios narcisistas ensalzan las virtudes de las drogas y se jactan de "controlar", pero no parecen comprender que siempre termina destruyendo a las personas, y sólo sirven para enriquecer a traficantes. El bohemio es el patriarca drogado y victimista al que le gusta jugar con fuego; es alabado por el sistema capitalista, es útil mantenerlo en desgracia perpetua, no sea que recapacite y ponga su inteligencia al servicio de las madres de una nueva humanidad.
El verdadero "éxtasis" no está en venta. Es gratis, y cada unx lo puede encontrar en sí mismx. La experiencia mística nos libera de nuestras ataduras y nos devuelve la paz. Los frutos de la experiencia mística son la alegría y la compasión. La experiencia mística puede sernos incómoda, porque nos recuerda esa vulnerabilidad e intenencia original con la que nacimos, pero nos da fuerzas para enfrentarnos a las esclavitudes que nos atenazan y liberarnos de ellas.
Puede parecer una locura intentar siquiera proponer una economía fundamentada en la mística (repito, no confundir mística con religión). El místico sabe que "el deseo de dominar" es algo contingente, y conduce al sufrimiento innecesario. El "deseo de liberación" sería su opuesto, aquello que todo místico desea, la iluminación. Paradójicamente, este deseo nos lleva a entregarnos a Algo que no controlamos ni poseemos. Ese Algo ha recibido siempre distintos nombres, siempre a modo de metáfora, en las distintas tradiciones espirituales. Uno de esos nombres a recuperar urgentemente es el de nuestra Madre Tierra. Un sector de la ciencia y la espiritualidad contemporáneas, afortunadamente, están mucho más cerca de la mística que todo el sector económico capitalista. Pero el recorrido para liberar la economía y la política es largo.
Al capitalismo, la Madre Tierra le importa tres pepinos, porque saber de Ella es recordarnos que nacimos desnudxs y vulnerables, y que todxs tenemos un origen común que nos hermana.
Para el patriarcado, hay licencia para explotar y para prostituir a la Madre Tierra. No le incumben sus ciclos, viviendo inmersos en un cómodo mundo de fantasías alienantes, de las que Ella es otra esclava.
Creerse los amos del mundo es ridículo, pero es lo que hacen nuestros líderes en su mayor parte. Ignoran que somos parte de un Ser mayor a nosotros mismos, del que dependemos para sobrevivir.
De la pornografía de la dominación a la erótica de la liberación.
La danza de cuerpos en libertad es erótica (dicho de forma muy poética). ¿Quién dijo que contemplar la libertad no era erótico? La grandeza de lo erótico es que no está mercantilizado, a diferencia de lo que ocurre con lo pornográfico (este interesante artículo ilustra muy bien la diferencia ambos códigos de representación).
Se puede vivir una especie de experiencia mística en el sexo, cuando éste es sagrado (es decir, que no está mercantilizado) y cuando se trata de una elección entre seres libres. La sexualidad femenina es eminentemente erótica, no pornográfica. La sexualidad femenina también ha sido encapsulada y vendida, obviamente, cosificada en forma de pornografía para disfrute de patriarcas.
El deseo de controlar la libertad sexual femenina ha conducido a someterla. Devolver el erotismo a manos de las mujeres pone en peligro todo el sistema patriarcal. El erotismo femenino y la mística han sufrido la misma suerte en el patriarcado: la prostitución y la religión han sido creaciones patriarcales, útiles para dominar la libertad femenina y la experiencia mística, y evitar que aflore entre los individuos el sentido de comunión universal. Mercantilizar la mística y la sexualidad es la mejor manera de alienarnos y dominar nuestras conciencias, haciéndonos creer que todo está en venta, incluídxs nosotrxs.
En el momento en que nos descubrimos sagrados y en el momento en que descubrimos la belleza de la feminidad libre, todo este montaje financiero se irá al garete: lo útil y lo pragmático dejarían de ser el motor de nuestras vidas. Todo el mercado actual alimenta la vanidad y la superficialidad de las personas.
Economía patriarcal, economía para la prostitución:
Una característica principal de la economía patriarcal es posibilitar la existencia de la prostitución, y justificar la impunidad de quienes pagan por sexo. Así de sencillo, no hay que darle más vueltas.
Las condiciones de posibilidad para la prostitución son:
Las condiciones de posibilidad para la prostitución son:
- Sexualidad androcéntrica: por la cual el varón se cree con derechos a satisfacer sus fantasías siempre que le apetezca.
- Negación de la explotación: se oculta que casi todas las mujeres que se prostituyen son forzadas, explotadas o amenazadas, o no tienen otra salida. Se arguye que "muchas" se prostituyen libremente con tal de acallar la conciencia de culpa, dando lugar a toda una retórica de la autojustificación.
- Ausencia de empatía emocional: los "clientes" son incapaces de comprender los motivos y circunstancias que rodean el fenómeno de la prostitución. Son seres con una capacidad mental limitada, voluntariamente en todos los casos. Si afloran los sentimientos incómodos, estos son ocultados mediante el alcohol o las drogas.
- Deshumanización de la mujer: el desprecio con que se trata a las "putas", o el uso de tales palabras a modo de insulto (siempre dirigidas a las madres) refleja una misoginia selectiva muy extendida.
- Economía liberal: es el punto sobre el que incidiré más fuertemente. No puede ser que las voluntades femeninas sigan doblegadas al deseo masculino por el mero hecho de tener dinero en el bolsillo. Decir que se trata de un simple "intercambio de favores" es de un cinismo aberrante. Estoy harto de escucharlo cada día. Me niego a aceptarlo.
- Alienación de las conciencias, minando la autoestima y la confianza femenina, a base de crear una "prostitución" legalizada religiosamente y jurídicamente (matrimonio) y otra prostitución de carácter "extraoficial". Mediante ambos modelos de mercantilización de la sexualidad femenina se ha justificado la violabilidad de la mujer bajo distintas formas, incluso aduciendo a la presunción de libertad de éstas para dejarse violar.
En una economía matriarcal, la prostitución se hace imposible, porque ninguna de las condiciones anteriores se cumple. Se sustituyen por las siguientes:
- Sexualidad ginocéntrica: ninguna mujer se oferta o se pone a la venta en una sociedad matriarcal, porque las mujeres matriarcales se respetan a sí mismas y no permiten que ningún varón les diga lo que tienen que hacer con sus cuerpos. Cada mujer marca las reglas del juego con su sexualidad. Darle placer a un varón a cambio de dinero es malcriarle, y termina pasando factura a la sociedad. La mujer matriarcal sabe que al hombre no hay que darle lo que no merece, por muy romántico que se ponga.
- Los varones matriarcales no deseamos poseer nada ni a nadie: sabemos que nacemos sin propiedades, y morimos sin nada, que las posesiones terminan poseyéndonos, limitando nuestra libertad de elección. Establecer vínculos sentimentales con "cosas" no nos da la felicidad. Nuestro voto de pobreza voluntario responde a un deseo máximo de libertad. No apegarse a la propiedad, no ser esclavos de nada, ser completamente libres respecto a las posesiones, administrarlas en función del bien común... es algo que se puede enseñar y aprender desde la infancia.
Los varones matriarcales no tenemos nada, permanecemos en el estado original de intenencia, no necesitamos cambiar. Vemos satisfechas nuestras necesidades por la comunidad, en compensación por la fuerza de trabajo que aportamos. La comunidad matriarcal está agradecida a quien se preocupa por el bien común, ignorando al que sólo piensa en su satisfacción egoísta. Todo un cambio de paradigma.
- La moneda, administrada por quienes cuidan: la economía matriarcal se funda sobre la base de que hay que premiar la solidaridad y el cuidado. No hay lugar para el charlatán, el vividor, el especulador o el putero. El cuidado es el trabajo más digno y el más humanamente rentable. Enriquecer y ensalzar a quien no cuida es condenar a la sociedad a la división y la injusticia global, generando envidias y desestabilidad económica y social.
La acuñación de la "moneda" debería estar en manos de quienes cuidan y se preocupan por las necesidades de la comunidad. Una forma de controlar vastos territorios es centralizando la acuñación de la moneda.
En la antigüedad se usaba el trigo como moneda de cambio, muy al alcance de todos y de procedencia clara. Más tarde, pasaron a ser la plata y el oro, creándose riqueza en función de la posesión de yacimientos y fuerza de trabajo masculina. Hoy, es el petróleo el que marca el ritmo de la economía, recurso natural concentrado en unas pocas manos, y gran causante de muchos conflictos bélicos contemporáneos.
La ventaja de usar el trigo como moneda:
El trigo está al alcance de todo aquel que trabaja la tierra; el petróleo no. Nuestra economía es así de injusta: todo trabajo honrado termina estando al servicio del mercado petrolífero, su industria y su especulación.
Mediante el trigo o las semillas, cada comunidad tiene la posibilidad de "acuñar" moneda honradamente, sin depender de bancos privados y corporaciones lejanas. Además, el trigo no es "falsificable".
Se podría objetar a una economía agraria su incapacidad para afrontar la construcción de grandes infraestructuras, lo cual es totalmente falso. Las pirámides del antiguo Egipto, por ejemplo, se construyeron con la "economía del trigo".
El trigo o las semillas deberían poder tener valor de moneda, pero el capitalismo ya se encarga de castigar o dificultar cualquier intento de ruralización de la economía. Las comunidades locales deberían poder crear su propia riqueza sin la interferencia de los estados-nación y las multinacionales, liberándose así del mercado global asfixiante.
Si nos fijamos detenidamente, casi todos las aportaciones positivas de todas las tradiciones apuntan al paradigma matriarcal. Invito al lector a dejar de lado sus prejuicios anticristianos para reflexionar sobre un dato. Algo que el cristianismo de los primeros trescientos años tuvo de positivo fue la puesta en común del pan y la humanización de lo divino, poniendo en peligro toda la economía imperial, basada en la moneda romana y la divinidad del Emperador.
Las primeras persecuciones cristianas en el imperio romano venían provocadas por la desconfianza hacia esa solidaridad cristiana y esa posible vuelta a la "economía del trigo" (el protagonismo del pan en la eucaristía, en el padrenuestro, y en diversas historias donde Jesús enseñaba a redistribuir el alimento no son algo casual). Curiosamente, "monetizar" el trigo es la mejor forma de hundir la economía de todo imperio obsesionado con el oro (o el petróleo).
Precisamente es éste el reclamo del ecofeminismo, con el que coincidimos plenamente.
Para leer más: los frutos del capitalismo.