Si hay un emblema para la religión judía, es el Kotel, el Muro de las Lamentaciones, último resto del templo de Herodes destruido por los romanos en el año 70 d.C. El Kotel es un símbolo de la unión con el pasado, y judíos de todo el mundo quieren acercarse a él. El problema es que técnicamente está en poder de los judíos ultraortodoxos, que imponen las normas para toda ceremonia que se quiera realizar allí, aunque la pluralidad de creencias y costumbres sea una característica del pueblo judío.
En las fotos del Kotel puede apreciarse cómo una valla separa las tres cuartas partes del espacio de la cuarta parte restante: la primera zona es exclusiva para hombres, la segunda para mujeres. Además del evidente acaparamiento de espacio, la situación en los dos lados tampoco es igualitaria: las mujeres pueden acercarse al muro individualmente, pero allí no se puede hacer ninguna ceremonia comunal. No puede cantar sus rezos, como hacen los hombres al otro lado (ellos tienen prohibido oírlas, ellas no tienen prohibido oírlos a ellos). Tampoco pueden recitar la Torah en voz alta: según las leyes del estado de Israel, impuestas por los ultraortodoxos, las mujeres no pueden tocar una Torah, no pueden vestir el chal de oración o Taled ni las filacterias que se colocan sobre la cabeza y alrededor del brazo.
Desde 1988, un grupo de mujeres empezó a acercarse al Muro para las celebraciones del primer día del mes. Unas leen la Torah, otras cantan sus oraciones, las más atrevidas visten los chales y las filacterias. Reciben insultos y amenazas desde el otro lado y desde el propio (por parte de hombres y mujeres), y son sistemáticamente detenidas por la policía. Entre ellas hay mujeres liberales, pero también ortodoxas que no están de acuerdo con las leyes impuestas por los hombres, leyes que no tienen un origen religioso sino tradicional. Forman el movimiento Women of the Wall, y también se les suman hombres que reclaman la apertura del muro a todas las tendencias del judaísmo. Últimamente, las Mujeres del Muro han aparecido en todos los periódicos porque, después de su última detención por el delito de atentar contra el reglamento de protección de los Santos Lugares, el juez Moshe Sobel las dejó en libertad, considerando que no hay nada en la ley que prohíba a las mujeres rezar de una manera u otra, o en uno u otro lugar. El presidente de la Agencia Judía, Natan Sharansky, propone abrir en el Muro una tercera zona para las mujeres o los hombres que quieran rezar de manera distinta. Sería una pequeña victoria para la libertad de culto, aunque no dejaría de mostrar la manera en que la sociedad judía se trocea a sí misma y se enfrenta entre ella.
Las pequeñas victorias en el mundo ortodoxo se llevan a cabo en silencio. Desde hace siete años, la escuela de ley judía (Halakha) Beit Morasha ha abierto un programa de estudios para mujeres, similar al que siguen los hombres para alcanzar el título de rabino. En enero de 2013 se graduó la primera promoción de “árbitros halakhicos”, ya que no pueden ser llamadas de otra manera. La mayoría se dedican a la enseñanza de la ley judía.
Las mujeres rabinas, en cambio, existen en el judaísmo liberal. Regina Jonas fue la primera mujer en ser ordenada rabina en 1935 por el Consejo de Rabinos Liberales de Berlín, después de haberse graduado como profesora de religión. Lo excepcional de esta mujer, no sólo fue su logro, sino que se quedó en aquel lugar y en aquella época, ejerciendo en comunidades que se habían quedado abandonadas porque sus anteriores rabinos habían huido de las persecuciones. Regina resistió junto a los más necesitados en Berlín y en el campo de Theresienstadt, donde fue deportada junto a su madre en 1942. Dos años después acabaron con su vida en Auschwitz. “Si tuviera que confesar qué me motivó a mi, una mujer, a querer ser rabina, me vienen a la mente dos cosas: mi creencia en la llamada de Dios, y mi amor por los seres humanos. Dios siembra en nuestros corazones las habilidades y la vocación, sin preguntar por el género. Es un deber de los hombres y las mujeres trabajar y crear de acuerdo con las habilidades que les ha dado Dios”.
A pesar de este gran precedente, no fue hasta 1972 que la Hebrew Union College nombró por primera vez una rabina, Sally J. Preisand, en Nueva York. Desde entonces, más colegios e instituciones se han abierto a las mujeres, aunque siguen teniendo problemas para ejercer plenamente su vocación. Los principales enfrentamientos se producen con los sectores conservadores, pero nadie tiene el derecho a imponer su visión tratándose de una religión no centralizada (también existen las mujeres imanes, de las que hablaré en otra ocasión). Es un caso muy parecido al de las iglesias protestantes, donde también se mezclan las más opuestas tendencias. Lo que ocurre es que muchas veces, esta variedad permanece desconocida ante el ruido y la presencia de los más conservadores, aquellos que parecen los únicos que representan la religión. Women of the Wall son un buen ejemplo de la falsedad de esta imagen monolítica, porque reúnen a todas las tendencias, y revuelven el debate con unas proposiciones muy modestas, nada revolucionarias: sólo quireren rezar.
Fuentes: