Desde la ventana de mi lugar de trabajo se alcanza a ver un pequeño prostíbulo de día, camuflado bajo un letrero poco original, donde se ven entrar y salir con frecuencia hombres de entre unos 20 a 60 años. Se escapan de sus trabajos y quehaceres para darse un rato de placer. Alguno de ellos conocido por mí, como el propietario de un pequeño comercio de alimentación junto a mi casa, casado y con varios hijos. Son, hablando claro, nuestros "respetables" puteros del barrio: gente de clase media, bien vestida y agradable al trato. Cuentan entre sus "derechos" con el de disfrutar de un cuerpo femenino cuando les apetezca pagando por ello, y aunque ese "derecho" no figure en la declaración universal de los derechos humanos, va en camino de hacerlo.
El propietario del local es otro de esos "empresarios" que usan cuerpos de mujeres como medio de producción. Se le ve por el barrio, con su bigote bien recortado, su porte elegante, y una conciencia bien tranquila, amasada tras largas horas vagueando en el bar. Sus chicas le reciben con cordialidad, imagino que las trata amablemente,... todo un caballero.
Muchas veces mis compañeras me preguntan qué pasa por la cabeza de los hombres para acudir a sitios como éste, sobre todo cuando ya tienen novia o esposa, o son de buen ver. Tal como explica este artículo de The Guardian, que recoje las conclusiones de un estudio realizado con 700 clientes de la prostitución, ni ellos mismos saben muy bien por qué van allí, lo cual me parece bastante triste. Incluso los que sienten algo de culpabilidad o compasión por esas chicas, vuelven de nuevo en busca de placer, sin darle más rodeos ni pararse a escuchar a su conciencia.
Otros, más abiertamente misóginos, reconocen que "en vez de recurrir a la violación, es preferible ir de putas", o algo tan sorprendente como "un hombre desesperado, que precisa desesperadamente del sexo para aliviarse, puede ser capaz de violar". Esto me suena a chantaje y amenaza al colectivo femenino, algo muy habitual en culturas patriarcales, caracterizadas por la cobardía y un complejo de inferioridad rampante.
Yo no me veo capaz de dar una respuesta universal al fenómeno de la prostitución, aunque sea varón heterosexual como ellos. Nunca conoceré los mecanismos que les conducen a dejar de ver a esas mujeres como iguales. Aunque ya compañeros del colegio visitaban estos locales por la obsesión de perder la virginidad a toda costa, yo nunca he pagado por sexo ni lo haré.
Intuyo que se trata de falta de afecto, una carencia de intimidad, y el deseo ilusorio de intentar hacer realidad una fantasía que nunca llegará a llenar ese vacío.
Entre 1995-2005, el número de hombres que compraban sexo se ha doblado. La prostitución se está justificando abiertamente, incluso entre las mujeres, cada día más, como algo que "beneficia" a la sociedad, alegando que salva a muchas mujeres de una violación inminente. No niego la libertad de una mujer a hacer lo que desee con su cuerpo, critico la supuesta "libertad" con que se afirma que muchas de ellas lo están haciendo y el derecho a comprar el cuerpo de otra persona para algo que ya puede hacerse en solitario.
Tal como afirma el estudio, muchos hombres creen que el amor y la amistad se pueden comprar legítimamente con dinero, ya sea en forma de prostituta o esposa (muchos hombres aún sólo se casan por sexo). Algunos incluso olvidan algo tan obvio como que el sexo gratuito está al alcance de todos, gracias a la masturbación. Pero no, esos señores necesitan un cuerpo, algo que tocar, algo que les recuerde que no están solos en el mundo. Algunos no pueden aceptar que su soledad se debe a su egoísmo. Otros ya recibieron una educación desviada, siendo iniciados en el mercado sexual por su padre -mira por dónde, otro argumento a favor del matriarcado-, quienes les pagaban las primeras prostitutas. Otros buscan ser tan machos como los actores porno o sus ídolos mediáticos: "Si ese de la pantalla puede hacerlo, ¿por qué yo no?". Se imaginan con un montón de hembras cálidas y sudorosas gesticulando y fingiendo orgasmos. Imaginar no es nada malo... mientras no creamos que ese sueño podemos comprarlo. Los sueños y las personas no deberían comprarse, porque en ese momento nos estamos poniendo en venta.
¿Qué necesitan muchos hombres para acallar sus conciencias? ¿Qué se les facilita a esas mujeres para soportar la realidad que les toca vivir? Respuesta clara: droga. Narcotráfico y prostitución, dos caras de la misma moneda. Las mafias saben muy bienque todo ello está relacionado.
Por eso, pequeño putero de barrio, el dinero que has pagado por esos gramitos de cocaína que guardas para un momento de evasión sirve para mantener económicamente a quienes trafican, violan, torturan y asesinan a mujeres, en ciudades como por ejemplo en Juárez (México), un ejemplo paradigmático entre miles.
Todo está relacionado, a escala mundial, y cualquier persona, hombre o mujer, que acepta pagar por droga o por sexo, está dando de comer muy posiblemente a explotadores, violadores y asesinos.
Perdón, no sabía que el artículo derivaría en asuntos tan escabrosos. Volvamos a la apacible ventana desde la que se ve la vida... Pero alguien debe explicárselo a esos señores tan bien vestidos que, día tras día, debo ver cómo pagan por una felación.
E incluso regatean por ello.