Fragmentos de la obra de Diarmuid O'Murchú "Ancestral Grace"(2008):
Todas las principales instituciones que conocemos en la actualidad evolucionaron como instrumentos para implementar el poder patriarcal. Muchas están desmantelándose o perdiendo credibilidad, dando paso a redes con un mayor potencial para la cooperación y el empoderamiento adulto. (p.50)
Las instituciones modernas son la progenie de la voluntad de poder patriarcal y evolucionaron como mecanismos para ejercer la dominación y el control absoluto. Y aquellos elegidos para controlar asumían que era un mandato divino. El poder pertenecía a los llamados a gobernar. (...) En este modelo, la "adultez" pertenece a aquellos que gobiernan. Y a lo largo de la era patriarcal (aprox. los últimos diez mil años) sólo los varones eran adecuados para el gobierno. Esto significa que a las mujeres se les impidió el paso a la edad "adulta" en todo su derecho. En consecuencia, hasta 1800 las mujeres no podían votar en ningún país. La "adultez" ha sido sinónimo de poder, y el poder ha sido una prerrogativa principalmente masculina. El empoderamiento no tiene cabida en este sistema. (pp.53-54)
Las principales instituciones que hemos creado nos han servido durante un período problemático de nuestra evolución en el que ha prevalecido la dominación masculina (la fase postagrícola). No siempre fue así, y ciertamente debe cambiar si la humanidad desea disfrutar una nueva y más fructífera etapa de crecimiento y desarrollo. (p.57)
El ejercicio del poder patriarcal requiere la cualidad de una cierta racionalidad y resiliencia que se asume más desarrollada en varones que en mujeres. Reminiscencias de esta misoginia todavía prevalecen en algunas de las principales instituciones de nuestra época, excluyendo a la mujer de algunos campos de trabajo e interacción social donde se prioriza al hombre; en algunos casos sólo se admite a hombres. Ecos de esta misma opresión excluyente son manifiestos en la prohibición de la Iglesia Católica de ordenar a mujeres. No importa qué tipo de retórica religiosa pueda ser invocada para justificar tal prohibición, no tiene ningún sentido para la gente adulta de hoy.
Tales valores patriarcales tienden a ser introducidos en y apoyados por gobiernos nacionales, instituciones culturales tales como escuelas, servicios sociales y sanitarios, y finalmente por sistemas religiosos, algunos de los cuales son declaradamente jerárquicos y dominadores, otros más sutiles pero también priorizando la hegemonía masculina patriarcal. (p.77)
Gran parte de la codependencia humana está relacionada con las instituciones que a diario se inmiscuyen en nuestras vidas. Los principales gobiernos, mercados, alianzas políticas, corporaciones globales, instituciones religiosas, sistemas educativos y muchos más, están fuera de órbita respecto a la conciencia adulta de nuestros tiempos. Operan sistemas de control, sin inspirar confianza en el mejor de los casos. Engendran codependencias a gran escala, evocando pasividad, ira y una serie de reacciones violentas. Pacifican a las masas pero fracasan al no poder producir nada parecido a la felicidad o la realización en la gente adulta. Otra vía -¿una tercera vía?- debe ser imaginada. (p.135)