He aprendido a dudar de que políticos, banqueros y demás prohombres realmente sientan el mínimo interés por el bienestar y la salud de nuestra infancia. En el capitalismo, el beneficio a corto plazo mueve la acción política de nuestros dirigentes y gobernantes. Y la democracia de partidos, sistema que casi nadie se atreve a poner en duda por el miedo a ser tachado de antidemócrata, contribuye cada día más a dividir y enfrentar a las personas.
La reacción lógica sería abogar por la anarquía. Pero la anarquía total la considero enemiga de la infancia. Sintiéndolo mucho, creo que la ausencia de un poder favorece al más fuerte. Por eso yo apuesto por una forma de gobierno distinta a las que se han formulado durante estos últimos cinco mil años desde los púlpitos falocéntricos y antropocéntricos.
Merecen gobernar, desde la economía doméstica hasta la regional, quienes más empatizan y comprenden las necesidades de lxs más pequeñxs. Independientemente de su sexo o condición, de si son o no son madres o padres, queda dicho. Los políticos lo saben, por eso en época de elecciones todos se hacen la foto junto a bebés y abuelitas. Pero ya basta de fotos trucadas...
Quiero, deseo y anhelo que me gobiernen personas sensibles, vitales y sabias, con una conciencia expresamente ecofeminista.
No me importa obedecer a quien me transmite alegría y esperanza, a quien trabaja eficazmente por proteger el medio natural y el bienestar de nuestra infancia.
No me importaría obedecer a políticas maternales, aunque ello significara renunciar a sentimientos inculcados por el nacionalismo, el derecho a la propiedad privada, al capitalismo y demás fantasías de la cultura patriarcal.
¿Acaso no nos pasamos el día obedeciendo a los demás, a nuestros jefes, gobernantes, autoridades locales y sus leyes? Algún día nos veremos forzadxs a desobedecer, por desesperación, para obedecer sólo a la voz de un matriarcado sensible y comprometido con un nuevo horizonte para nuestrxs hijxs.
Mi mesías no vendrá en forma de macho, eso lo tengo yo muy claro.