17 de noviembre de 2012

Sobre ecoaldeas y monasterios matriarcales.

 Can Masdeu, ¿un "monasterio" contemporáneo?

No bromeo cuando digo que me encantaría largarme a vivir a un monasterio laico (apto para ateos) en algún lugar alejado de la urbe, al estilo de una comunidad matriarcal autosuficiente, de filosofía ecofeminista. Si ésa fuera la voluntad de mi pareja, claro está, no sin ella.

Sin ritualismos ni creencias excluyentes.
Sin absurdos votos eternos.
Sin personalidades autoritarias.
Sin varones con voluntad de poder.
Para que proyectos así no fracasen, imagino que debería haber una buena planificación y la creencia común en un mismo ideal, en este caso el de crear una comunidad sin patriarcado, con características innovadoras y revolucionarias como la matrilinealidad y un liderazgo eminentemente femenino. Dinámico y para mentes abiertas, críticas con el modelo de sociedad hegemónico. Y para gente capaz de trabajar por el bien común sin recibir dinero a cambio (¡qué difícil!).

Creo que no existe tal cosa, y si me equivoco, por favor, corregidme.

La ecoaldea matriarcal también es una idea muy interesante. Tampoco me importaría formar parte de una. Lo que me inclina a preferir el monasterio es que permite economizar en varios aspectos. Si en una ecoaldea de 15 hogares debe haber una cocina para cada hogar (eso hace un total de 15 cocinas con sus 15 cocinerxs), en un monasterio habría una sola cocina con un par o tres cocinerxs para las 15 familias. Se ahorra en tiempo y fuerza de trabajo. Lo mismo podría aplicarse a vehículos, aparatos, bibliotecas, baños, lavandería, lugar de meditación,...

La vida en comunidad permite economizar muchísimo más y facilita la comunicación gracias a más espacios y momentos compartidos. El monasterio conjuga de forma equilibrada intimidad y vida en común.
También otorga protección y una mayor sensación de seguridad.

La idea del beguinato me parece otro modelo interesante (fue rápidamente prohibido por la Iglesia): cada cual en su pequeña casita, pero con un sentido de comunidad que también se expresa en cercanía y espacios compartidos.
Pero tenemos tantas ataduras en la gran ciudad que resulta difícil dar el paso.