por Francesca Rosati Freeman, autora del libro "Benvenuti nel paese delle donne".
La mayoría de películas sobre la sociedad matriarcal Mosuo, así como artículos ocasionales escritos por varios periodistas, presentan a los varones de esta comunidad como hombres perezosos que descansan durante todo el día para estar en forma durante la noche cuando van a ver a sus amadas, o como víctimas de las mujeres de las que dependen para recibir algo de dinero para sus gastos, o como personas que no tienen ningún poder de decisión, etc... No hay mejor manera de utilizar los medios de comunicación para crear clichés y estereotipos que no se ajustan de ningún modo a la realidad, con el objetivo común de infravalorar una sociedad donde los hombres no tengan poder y control sobre todas las cosas, incluyendo el poder y el control sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres. En una sociedad machista como la nuestra, hablar de una sociedad matriarcal resulta alarmante para los hombres en general: miedo a perder el poder, el control de todo, pero también miedo a perder su identidad masculina transmitida por el modelo patriarcal y, por tanto, su virilidad.
Llevo cinco años viajando regularmente a la tierra de los Mosuo, estoy con ellos, observo, hago preguntas y participo en su vida diaria para tratar de entender esta sociedad en su esencia más profunda. Fue sólo después de liberarme de nuestros criterios occidentales cuando empecé a darme cuenta de que todos los significados que se atribuyen a conceptos tales como la paternidad, la maternidad, el poder, la matriarca, la familia, el parentesco, el amor, el matrimonio, la cabeza de la familia, etc... adquieren para los Mosuo una connotación tan diferente que altera totalmente nuestro sistema de valores.
A partir de mis observaciones y según las conversaciones que he mantenido con los hombres Mosuo que entrevisté, nunca he visto ni escuchado a ningún hombre cuestionando la estructura social y familiar de su comunidad. Por el contrario, se sienten muy orgullosos, creen firmemente en los valores de su sociedad y desean conservar sus tradiciones y su forma de vida. "Hablaremos en chino, vestiremos como los occidentales, pero nuestro corazón es Mosuo", dice un joven de 24 años que defiende claramente el estilo de vida de los Mosuo de la misma manera que lo vivieron sus antepasados. Este joven es asistente del director del museo Luoshui.
Aunque sean las mujeres quienes transmiten los nombres y apellidos, gestionan la economía familiar y ejercen el papel de cabeza de familia en esta sociedad, ello no significa que lo hagan con arrogancia, ejerciendo opresión, represión ni discriminación contra los hombres, como es el caso de las sociedades patriarcales. La sociedad matriarcal se basa en el consenso: cuando se trata de tomar una decisión, todos los adultos de la familia se reúnen, discuten juntos por mucho tiempo y la reunión no termina sin que todos estén satisfechos con la decisión. Como la matriarca es considerada la más sabia de la familia, su palabra tiene un peso mayor. Las mujeres, sin embargo, no abusan nunca de su poder, puesto que en la base de su educación hay un profundo respeto por el otro. No podemos pensar el matriarcado como el equivalente femenino del patriarcado.
La estructura de la sociedad matriarcal es básicamente muy democrática, con un profundo sentido de la igualdad, todo se discierne y siempre se decide en armonía. La gestión en las manos de las mujeres no provoca frustración en los hombres, más bien ellos aprecian su empeño. Cuando le pido a un joven si está satisfecho con la tradición Mosuo por la cual la mujer es la cabeza de la familia, no duda en responder: "Lo que las mujeres hacen por la familia es digno de aprecio". La habilidad y capacidad de las mujeres para administrar y gestionar de manera justa, serena y objetiva, es por tanto reconocida por todos.
Aunque sean las mujeres quienes transmiten los nombres y apellidos, gestionan la economía familiar y ejercen el papel de cabeza de familia en esta sociedad, ello no significa que lo hagan con arrogancia, ejerciendo opresión, represión ni discriminación contra los hombres, como es el caso de las sociedades patriarcales. La sociedad matriarcal se basa en el consenso: cuando se trata de tomar una decisión, todos los adultos de la familia se reúnen, discuten juntos por mucho tiempo y la reunión no termina sin que todos estén satisfechos con la decisión. Como la matriarca es considerada la más sabia de la familia, su palabra tiene un peso mayor. Las mujeres, sin embargo, no abusan nunca de su poder, puesto que en la base de su educación hay un profundo respeto por el otro. No podemos pensar el matriarcado como el equivalente femenino del patriarcado.
La estructura de la sociedad matriarcal es básicamente muy democrática, con un profundo sentido de la igualdad, todo se discierne y siempre se decide en armonía. La gestión en las manos de las mujeres no provoca frustración en los hombres, más bien ellos aprecian su empeño. Cuando le pido a un joven si está satisfecho con la tradición Mosuo por la cual la mujer es la cabeza de la familia, no duda en responder: "Lo que las mujeres hacen por la familia es digno de aprecio". La habilidad y capacidad de las mujeres para administrar y gestionar de manera justa, serena y objetiva, es por tanto reconocida por todos.
En una familia Mosuo, los roles no son nunca jerárquicos, sino complementarios. Son los hombres quienes realizan las tareas más duras (construcción de viviendas y carreteras, reparación de tejados, pasto de los animales, construcción de embarcaciones, pesca,...) y a la vez cuidan de los niños con mucho afecto y ternura, cooperando en las labores domésticas. Me han contado que también puede haber dos cabezas, un hombre y una mujer, trabajando juntos para llevar adelante la familia, pero en ningún caso serán marido y esposa, sino un hermano y una hermana. De hecho, en la familia Mosuo los esposos serían extraños el uno al otro, porque no existe entre ellos consanguinidad. Las parejas de amantes pasan la noche juntos y se separan en la madrugada para ir a realizar las actividades diarias de sus familias.
La ausencia de matrimonio y la no cohabitación de las parejas evita que se den los problemas que encontramos en nuestras sociedades, empezando por la violencia doméstica. La libertad sexual no crea confusión y los celos son considerados una transgresión de las normas de la comunidad.
En la relación de un hombre con una mujer no existe el concepto de la propiedad privada: "Yo te amo, pero no soy tuya; tú me amas, pero no eres mío".
La falta de violencia, la ausencia de matrimonio, la no vinculación de los temas familiares con la vida amorosa, y la separación económica de los bienes, produce que las relaciones hombre-mujer sean más relajadas y armoniosas, de lo cual se benefician las familias y la sociedad en su conjunto, así como también los individuos.
Los niños pertenecen a la madre y a la familia materna. Cada hombre realiza su función paterna en su casa de origen, y ningún niño es privado de referentes masculinos. Cuando me dirijo a un hombre preguntándole por qué cuida a los hijos de su hermana teniendo hijos con su pareja, éste se sorprende y me responde: "Los niños son todos iguales, y todos deben ser igualmente educados con amor, transmitiendo firmemente los valores de nuestra cultura. Mi afecto por todos ellos es el mismo, cambia sólo mi responsabilidad material, cada familia se ocupa de lo suyo".
Otro hombre me explica que el padre natural puede relacionarse con sus hijos mediante visitas, consejos y regalos, pero no tiene la obligación de mantenerlos.
No quiero dar la impresión de mitificar este estilo de vida, los Mosuo no son inmunes a los problemas que por ejemplo vienen provocados por la globalización y el turismo. Pero es oportuno reflexionar sobre su singular organización. Se trata de otro modo de entender la vida, la relación hombre-mujer y la familia. Es una visión del mundo distinta a la nuestra en la cual los hombres y las mujeres disfrutan de las ventajas que ofrece una sociedad de este tipo, y puede servirnos de inspiración para vivir más armoniosamente.
Francesca Rosati Freeman