11 de diciembre de 2009

Madre aconsejando a su hija. Patriarcado en estado puro.



He aquí un ejemplo de hasta qué punto llega a destruirse la autoestima de las mujeres en las culturas patriarcales, y hasta qué punto los varones cultivan orgullosos la fama de brutos irracionales (en clave de humor, para no hundirnos en la desesperación).

En este vídeo vemos cómo actúan los mecanismos para perpetuar un orden injusto. La imagen de esta madre aconsejando "paciencia" y sumisión a su hija es una epifanía del patriarcado en todo su esplendor, una negación clarísima de la independencia de la mujer respecto al hombre.

No hace falta ser muy entendido en psicología para detectar que detrás de esta actitud está el miedo al hombre, y es en toda regla una antropología basada en el terror psicológico o, tal como la llama el sociólogo Pierre Bourdieu, "violencia simbólica".
Ninguna mujer debería ser madre en condiciones como esas, ni debería consagrarse una unión matrimonial bajo estos supuestos. ¡Y menos en el nombre de Jesús!

No vale argumentar que "ellas no se resisten porque libremente aceptan ese estilo de vida". ¿Hasta qué punto se es libre cuando no se permite poner en duda una tradición, cuando se las mantiene en la ignorancia y no han conocido otra alternativa? La verdadera libertad para esas mujeres llegará cuando, bien en presencia física o bien en su inconsciente, ya no haya ningún hombre cerca que pueda dañarlas.

Pues no se es "libre" para odiar, para imponer, para dominar, para dañar: eso no es libertad, es una de tantas mentiras y falsedades del patriarcado. Yo no creo en la libertad para maltratar al prójimo, física o verbalmente. Yo sólo creo en la libertad para amar.

Tristemente, muchos hombres consideran tan difícil dejar atrás la violencia como hacer que un muerto resucite. Básicamente, porque esa idea también les aterroriza: requiere negarse a sí mismo hasta grados insospechados. Pero deberían saber que miles de nosotr@s deseamos que resuciten algún día, metafóricamente hablando.

El patriarcado ha exprimido al máximo la utilidad del terror psicológico sobre hombres y mujeres, hasta el punto de convertir la violencia psíquica en algo natural e incuestionable, en todos sus grados, desde los más sutiles hasta los más evidentes.