"Los tres modelos sexuales de socialización de la conducta humana que el patriarcado ha ido generando para adaptarse a la evolución de las sociedades en sus aspectos económicos y culturales y que Josep Vicent Marqués analizó y etiquetó con los nombres de Clerical-Represivo, Burgués-Tradicional y Capitalista-Permisivo, mantienen algunas similitudes entre ellos. Por un lado, se construyen desde presupuestos machistas, con el varón como centro de la actividad sexual, con un discurso netamente masculino, que no cuestiona la pulsión copulatoria y que sigue siendo el eje que vertebra la relación sexual, tanto por la importancia que se le da al pene como órgano anatómico fundamental para obtener los orgasmos (falocratismo) como por la idea del coito como la técnica sexual por antonomasia."
"El gran logro de la nueva sexualidad masculina es la conquista de la pasividad. Ser pasivo, dejarse seducir, o mostrarse dulce o suplicante eran antes sinónimos de poca virilidad y de afeminamiento. Aunque muchas veces a los hombres les apeteciera tumbarse y dejar que la mujer les hiciera caricias, se reprimían para no cuestionar un modelo de «ser hombres» que no les permitía estas «debilidades». El viejo macho reproductor estaba siempre en una actitud activa: él era el violador, el penetrador, el engendrador. Si la emoción troquelada de la vergüenza no era suficiente para evitar tales actitudes, venía después la culpa para castigarlo con todo tipo de complejos, remordimientos y depresiones."
"Poco a poco algunos hombres se han ido planteando la justeza de las nuevas actitudes femeninas, los aspectos negativos que conlleva mantenerse en actitudes machistas y las ventajas que podrían obtener con el cambio que se les proponía. Desde el punto de vista psíquico, la nueva sexualidad masculina supone cambiar el troquelado emocional y equilibrar sus tendencias."
"Con la nueva sexualidad masculina el hombre integra mejor sus tendencias cerebral y animal. Sus deseos biológicos se incorporan al modelo ideal, y ya no le resulta difícil elaborar comportamientos pasivos, infantiles y femeninos, y sentirse bien con ellos, porque no chocan con las normas que se ha impuesto a partir de su propia experiencia. Es posible para él esperar a que sea la mujer la que tome la iniciativa; vivir el placer de sentirse solicitado y seducido; cerrar los ojos plácidamente y concentrarse en las sensaciones que le provocan las caricias activas de su compañera; tumbarse en la cama y dejarse «montar» por ella mientras disfruta viendo su cuerpo moverse encima, en esa especie de danza del vientre que ella ejecuta con la pelvis; sentir la ternura de abrazarla cuando ella se abandona al orgasmo, y esa sensación especial de tiempo detenido que procura la emoción amorosa de la satisfacción sexual cumplida.
La conquista de la pasividad abre nuevos horizontes y posibilidades de bienestar al varón que su tendencia sádica desorbitada anterior le impedía disfrutar. Asumir esa parte femenina que todos los varones llevan dentro e integrarla en su erótica le permite romper la dependencia hormonal de la pulsión copulatoria, dejar de comportarse como cualquier macho animal ciegamente lanzado a la cópula por los ya nombrados MID (Mecanismos Innatos de Desencadenamiento), avanzar un grado más en la humanización de su comportamiento sexual; algo que a la mujer le fue dado por necesidades evolutivas y que los varones pueden lograr de manera libre y consciente. Es el principal logro de la nueva sexualidad masculina."
"...la nueva erótica masculina y femenina se encuadra dentro del género andrógino, puesto que lleva a integrar en la misma persona las cualidades eróticas que se han demostrado positivas, independientemente de que se las haya considerado masculinas o femeninas, difuminando las diferencias y estableciendo relaciones de igualdad entre estos dos géneros."